Ante la falta de respuestas coherentes y resultados concretos, la locura se impone en el Estado Plurinacional. Y precisamente cuando un alto magistrado del Tribunal Constitucional le pide al Órgano Ejecutivo cesar en su torpe intervención en la justicia, se lo acusa de estar desvariando. No le dijeron lo mismo cuando el importante hombre de leyes dijo que usaba los designios de la coca para emitir sus fallos. Está claro que el exceso de poder produce esquizofrenia, la misma que comienza a surgir a borbotones.
“Los mestizos no tienen tierra, ni cultura ni religión”. ¿Qué clase de afirmación es esa? Es tal la irracionalidad con la que se planifican asuntos tan importantes como el censo que, obviamente, explicarlas luego resulta una misión imposible y se tiene que apelar a posiciones desquiciadas, que rayan en el absurdo, en el racismo más cruel y malsano y por supuesto, en la destilación del odio y las divisiones que están incrementando el resentimiento como nunca antes en la historia del país.
“La gente del oriente pasa hambre porque es floja”. Qué manera de describir al país, qué forma de entender un problema tan grave como la desnutrición que afecta a millones de bolivianos de todas las latitudes; qué triste explicación a la ineptitud con la que ha afrontado el Gobierno la crisis alimentaria; qué miopía con la que se enfrentan los desafíos de producir más alimentos y luchar contra una escasez que el mismo régimen ha alentado por su falta de vocación productiva, su torpe intervencionismo y su falta de visión para proyectar el país.
Hablar así de toda una región no solo es discriminación, sino alentar la animadversión de unos contra otros y obviamente, profundizar los abismos y reafirmar los aberrantes estereotipos que le han causado mucho año a este país. Una tremenda locura.
La pérdida de perspectiva es ocasionada justamente porque no hay rumbo o tal vez el único que se observa está marcado por los tristes sucesos que ocurren en nuestras fronteras, como en San Matías, donde existen muchas cosas que explicar y muchas sospechas que despejar. En todo caso, la respuesta sigue detrás del tamaño demencial que ha tomado el narcotráfico en el país, que comienza a copar todas las dimensiones nacionales, todos los espacios territoriales y que se apodera de la economía, de la política y de la justicia. En este momento la Fiscalía indaga la presunta vinculación de cárteles de la droga de Colombia y México con funcionarios y personas particulares de Santa Cruz. Un dirigente empresarial ha denunciado la existencia de una loca maquinación política que busca convertir en sospechosos de narcotráfico a los cruceños, de la misma forma que se hizo con el terrorismo y el separatismo.
¿Hasta dónde puede llegar esta situación de enajenación social? La historia lamentablemente está llena de ejemplos de estados, gobiernos y procesos políticos que se dejaron llevar por la locura y terminaron en verdaderos desastres de violencia, destrucción material y moral de pueblos enteros. El autoritarismo, la falta de apego a las leyes y la justicia, la pérdida de los valores democráticos y las enfermizas ansias de perpetuidad fueron los ingredientes de esos acontecimientos. Son los mismos que observamos a diario en el país.
“Los mestizos no tienen tierra, ni cultura ni religión”. ¿Qué clase de afirmación es esa? Es tal la irracionalidad con la que se planifican asuntos tan importantes como el censo que, obviamente, explicarlas luego resulta una misión imposible y se tiene que apelar a posiciones desquiciadas, que rayan en el absurdo, en el racismo más cruel y malsano y por supuesto, en la destilación del odio y las divisiones que están incrementando el resentimiento como nunca antes en la historia del país.
“La gente del oriente pasa hambre porque es floja”. Qué manera de describir al país, qué forma de entender un problema tan grave como la desnutrición que afecta a millones de bolivianos de todas las latitudes; qué triste explicación a la ineptitud con la que ha afrontado el Gobierno la crisis alimentaria; qué miopía con la que se enfrentan los desafíos de producir más alimentos y luchar contra una escasez que el mismo régimen ha alentado por su falta de vocación productiva, su torpe intervencionismo y su falta de visión para proyectar el país.
Hablar así de toda una región no solo es discriminación, sino alentar la animadversión de unos contra otros y obviamente, profundizar los abismos y reafirmar los aberrantes estereotipos que le han causado mucho año a este país. Una tremenda locura.
La pérdida de perspectiva es ocasionada justamente porque no hay rumbo o tal vez el único que se observa está marcado por los tristes sucesos que ocurren en nuestras fronteras, como en San Matías, donde existen muchas cosas que explicar y muchas sospechas que despejar. En todo caso, la respuesta sigue detrás del tamaño demencial que ha tomado el narcotráfico en el país, que comienza a copar todas las dimensiones nacionales, todos los espacios territoriales y que se apodera de la economía, de la política y de la justicia. En este momento la Fiscalía indaga la presunta vinculación de cárteles de la droga de Colombia y México con funcionarios y personas particulares de Santa Cruz. Un dirigente empresarial ha denunciado la existencia de una loca maquinación política que busca convertir en sospechosos de narcotráfico a los cruceños, de la misma forma que se hizo con el terrorismo y el separatismo.
¿Hasta dónde puede llegar esta situación de enajenación social? La historia lamentablemente está llena de ejemplos de estados, gobiernos y procesos políticos que se dejaron llevar por la locura y terminaron en verdaderos desastres de violencia, destrucción material y moral de pueblos enteros. El autoritarismo, la falta de apego a las leyes y la justicia, la pérdida de los valores democráticos y las enfermizas ansias de perpetuidad fueron los ingredientes de esos acontecimientos. Son los mismos que observamos a diario en el país.
“Los mestizos no tienen tierra, ni cultura ni religión”. ¿Qué clase de afirmación es esa? Es tal la irracionalidad con la que se planifican asuntos tan importantes como el censo que, obviamente, explicarlas luego resulta una misión imposible y se tiene que apelar a posiciones desquiciadas, que rayan en el absurdo, en el racismo más cruel y malsano.
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