El caso Soza pone en evidencia la magnitud que puede alcanzar una red de extorsión, perspectiva que inquieta a los bolivianos, muchos de los cuales podrían demandar medidas exageradas para que el mal no se repita en el futuro inmediato. Podrían exigir, por ejemplo, que los encargados de investigaciones y procesos judiciales en asuntos de particular trascendencia, respecto a los cuales se juegan intereses políticos con actores expuestos a chantajes monetarios, se hallen todo el tiempo bajo la lupa de un control específico. Sugerirían que una comisión de Inteligencia, dependiente del Consejo de la Judicatura y del organismo a cargo de la lucha contra la corrupción, en los casos referidos, hiciese un seguimiento riguroso a fiscales, jueces y otros funcionarios, a fin de descubrirlos a tiempo cuando pretendan caer como aves de rapiña sobre algunos procesados.
Es que la extorsión no deja huellas bancarias. Tras salir del bolsillo estrujado, el dinero es ocultado en cualquier parte, menos en un banco. Si al final el ilícito se descubre, es como resultado de hechos casuales, casi siempre originados en desajustes del trasfondo político en que transcurre, como acontece hoy con el caso Soza. Poco probable, sin embargo, que de haber existido tal servicio específico de vigilancia, tras el supuesto caso de separatismo signado de terrorismo en Santa Cruz, se sorprendiera a Marcelo Soza y sus cómplices en el eslabón inicial de la cadena de extorsiones. En la maraña de la complicidad quedaría atrapada la observación directa de los desplazamientos hacia citas sospechosas, así como las escuchas telefónicas, videos y otros medios de prueba.
Nada ni nadie puede garantizar que este tipo de extorsiones no se repitan. Ni siquiera la creación del referido servicio específico de Inteligencia. Algunos jueces y fiscales seguirán haciendo de las suyas mientras subsistan el partidismo y la dependencia del Ejecutivo que hoy tienen al Poder Judicial sumido en la peor crisis de su historia, la cual, por cierto, a raíz de dichas causas, no será superada de la noche a la mañana, sino persistirá vaya a saberse por cuánto tiempo aún
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