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martes, 20 de mayo de 2008

el deber de santa cruz editorializa y analiza la condición de víctima propiciatoria del evismo

No está en el ojo de la tormenta. Es la tormenta misma. Al menos eso es lo que reflejan los ojos de los gobernantes. O si no, porqué de lo malo sucedido y de lo peor por suceder, siempre la acusación apunta para el mismo lado.Víctima propiciatoria nuestra Santa Cruz, últimamente vestida de saco y corbata y porque sí, el hábito hace al monje, tiene que ver –ni duda cabe- con los mayores y más ruidosos desaguisados en que se embrolla el manejo del país. Cuanto de malo se viene arrastrando en tiempos y espacios actuales, desde la órbita gubernamental descontrolada, es culpa única y exclusiva de los cruceños y, obviamente, de Santa Cruz. Somos, -irremediable es repetirlo una y otras vez-, la tormenta misma y no es que aparezcamos o pretendamos aparecer como arrastrados por ella.Habrá que pensar, entonces, en que a modo de amainar los efectos de la tormenta se planificó y dispuso, en los altos niveles del gobierno, frenar los diversos aparatos productivos de la región. Y mientras esta iniciativa que se quiso presentar como de apoyo a la maltrecha economía popular, se consumaba, abriose frente cerrado contra un movimiento autonómico que se planteó a cara pelada, como se procede cuando no hay encubiertas malas ni torcidas ni subalternas intenciones. Bastó que el fenómeno tuviese epicentro en Santa Cruz para que sobre él descargara el régimen su más pesada artillería y alimentara hasta las más desleales y sucias triquiñuelas. Ahora, con redoblada intensidad, se sale al paso de Santa Cruz tormenta, por la instalación de la Asamblea Legislativa protagonizada, -cuándo no-, por gente de saco y corbata, comprometida con una intentona golpista. A dicha Asamblea Legislativa, que es uno de los tantos pasos que contempla la Autonomía conquistada por la voluntad popular y ratificada el 4 de mayo reciente con la masiva, punto menos que total, aprobación de los Estatutos Autonómicos, se la trata de invalidar sin asideros serios ni de ninguna índole. Por supuesto, tras esa iniciativa soplan los vientos de tormenta que los mandamases aseguran provenir de nuestras fraternales y generosas llanuras. Escuece de pie a cabeza una predicción casi de la víspera, del jefe del Estado, según la cual la próxima rebelión del pueblo boliviano será en Santa Cruz y no en Occidente como de manera repetida lo apunta la historia. Para el gobernante, factores del cambio que prevé, son los altos niveles de pobreza y desigualdad social que afectan a la mayoría de los cruceños. Sin mayores variantes y con manifiesto desconocimiento de la realidad, el personaje explota en exabruptos contra la gente de la periferia urbana que vive en ámbitos hasta el segundo anillo de circunvalación.El Presidente de la República aparenta apertura para el diálogo, pero usa en sus juicios tonos que debilitan las posibilidades de la concertación. Semejante despiste agudiza el clima de incertidumbre en que nos debatimos desde hace buen rato.

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