Las cumbres de la Liga Árabe recuerdan a veces a esas calamitosas fiestas de boda. Todo comienza de forma maravillosa pero algo acaba por estropear la cita: O se marcha precipitada y sonoramente el libio Muammar al Gaddafi o el presidente sirio Bashar al Assad se eterniza con sus discursos adoctrinadores de forma que los monarcas del Golfo hacen verdaderos esfuerzos para mantener los párpados abiertos.
Y si a alguien no le gusta uno de los oradores, cancela su asistencia en el último minuto. Pero la cumbre que arranca a partir de este lunes en la capital qatarí de Doha se espera un mejor ambiente y más emoción.
Sobre uno de los jefes de Estado árabes invitados, el presidente de Sudán, Omar Hassan al Bashir, pesa una orden de captura por presuntos crímenes de guerra dictada por la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya. Además, los qataríes han invitado a dos presidentes, el de Venezuela, Hugo Chávez, y el de Irán, Mahmud Ahmadineyad, que tienen muchos fans en el emirato árabe porque han comparado Israel con la Alemania nazi.
Tan sólo el hecho de que se haya invitado a Ahmadineyad ya ha sido suficiente para que el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, haya cancelado su asistencia. Para el mandatario egipcio, la creciente influencia del iraní en la política árabe es preocupante y además todavía sigue resentido porque los qataríes recientemente convocaron una cumbre árabe extraordinaria en Doha a pesar de que él se oponía de forma contundente. También la casa real saudí está enojada porque el pequeño emirato del Golfo busca cerrar filas con las fuerzas radicales en la región, con Irán, Siria y el movimiento radical palestino de Hamas.
Pero no es sólo la política del emirato de Qatar lo que no sienta bien a los jefes de Estado árabe. A sus ojos, la ciudad de Doha es ante todo la "ciudad de Al Yazira". Aquí es donde tiene su sede el canal de televisión Al Yazira, cuya línea editorial no está bien vista. Al Yazira destapa escándalos, habla de "mártires" cuando son abatidos extremistas y es la número uno en todo el mundo cuando se trata de emitir mensajes de video y audio desde el submundo terrorista.
Abdullah al Shaiji, politólogo de la Universidad de Kuwait, advertía recientemente en un artículo publicado para el diario "Gulf News": "La desunión y la división lastran la estructura política de los árabes. Esto ha permitido que países no árabes como Israel, Irán o Turquía impulsen sus propios intereses y planes, con métodos suaves pero con plena firmeza".
Es por ello que pide a las naciones árabes que pongan fin a la "guerra fría" y planten cara al nuevo gobierno estadounidense en un "frente común".
Pero la división entre los pragmáticos, más pro occidentales, y el campo de los ideólogos, ya sea los predican el nacionalismo o los valores islámicos, es grande. Según estimaciones de algunos diplomáticos árabes, es demasiado grande como para poder capear los desafíos actuales: En Somalia reina la anarquía; las facciones palestinas rivales no avanzan en sus negociaciones sobre la formación de un gobierno de unidad. Y a ello se suma que en Israel toma el timón un gobierno que hasta la fecha no ha reconocido la solución de dos Estados.
Y desde la única zona en conflicto de esta región, Irak, se escuchan en ocasiones noticias positivas, como que ha mejorado considerablemente la seguridad desde la última cumbre árabe en Damasco. Pero también en la cuestión protocolaria, Irak constituye una excepción, pues a la cumbre no viajará el jefe de Estado, el kurdo Yalal Talabani, sino el jefe de gobierno, el árabe Nuri al Maliki.
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