Es inevitable. Los dictadores odian la libertad de prensa. Cuando han decidido ser dictadores, lo primero que hacen es acabar con la libertad de prensa.
Así lo hicieron Mussolini en 1924, Hitler en 1933, Chávez en 2004.
Hitler lo hizo después de incendiar el parlamento. Parece que hubiera una constante. Después de un golpe al parlamento, se da un golpe al periodismo.
Como una grotesca parodia, un alcalde gagá de nuestra geografía acaba de lanzarse contra el periodismo después de dar un golpe en el concejo municipal.
Los golpes al periodismo pueden también ser resultado de algunos errores que cometen los políticos.
Un presidente que no controla su lengua y dice cosas inconvenientes, cree que va a confundir a la gente o disminuir la gravedad de sus palabras atacando al periodismo.
Su defensa equivale a decir que el micrófono se equivocó y distorsionó las palabras del lenguaraz.
Un consejo sano sería decirle a este señor que antes de hablar piense lo que se propone decir. Es probable que termine hablando muy poco, o deje de hablar, pero ese es un método que ayudaría a todos. Y mejor sería proponerle que en lugar de hablar tanto haga la prueba de gobernar. Permanecer en su despacho conociendo cómo están las cosas y descubriendo por qué su ministro de economía está tan angustiado, podría ser un buen ejercicio. Podría quedar mudo de espanto.
Atacar al periodismo no sirve. Romper el espejo no ayuda en nada a la princesa fea. Eso se sabe desde siempre, pero los dictadores, los que lo son abiertamente o aquellos que lo son de manera solapada, ladina, taimada, tienen que probar. Y todos llegan al mismo desenlace.
Quienes tienen la tentación de acabar con la libertad de prensa deberían recordar que sus héroes acabaron muy mal. Mussolini se colgó de un árbol, Hitler se suicidó y Chávez está a punto de ser derrotado.
Vacaflor.obolog.com
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