Walter Rosales Claros un sacerdote católico, profundamente humano conocía la triste y dramática realidad de las cárceles de Cochabamba, que cada día recibían nuestros internos por diversas causas y que habían colmado los espacios físicos racionalmente aceptables. Nació entonces la necesidad de construir una nueva cárcel cuya ejecución fue posible gracias a éste hombre de Dios, querido por toda la Comunidad no sólo de católicos sino de todos los niveles, de todo el conglomerado social, Walter aceptó integrar el Comité Pro Cárcel que sería construída en la zona de El Abra, para lo que desplegó una inusitada labor, primero para que el proyecto fuese conocido, aceptado y socorrido mediante contribuciones en dinero, materiales de construcción, transporte y hasta con el trabajo de voluntarios profesionales.
Gozando de gran solvencia, no hubo magistrado, autoridad, empresario, ciudadano común que se resistiera a las múltiples insinuaciones del Vicario General de la Diócesis y a muy corto tiempo fue posible elaborar una convocatoria para la construcción de la obra en su primera fase, una vez que la entonces Corporación de Desarrollo (CORDECO) había preparado un terreno de diez hectáreas y perforado los pozos de agua y los desagues sin los que no era posible levantar las edificaciones.
La empresa era colosal habida cuenta de la necesidad de recaudar arriba de medio millón de dólares dadas las características de la infraestructura a levantar. Nombrado tesorero del Comité monseñor Rosales que además estaba empeñado en otros dos obras notables: la construcción de la ciudad del niño y levantar el monumento que es todo el orgullo de Cochabamba y de los católicos de Bolivia, el monumento al Cristo de la Concordia, que muy pocos saben es más alto aún que el Cristo del Corcovado de Río de Janeiro.
Cuando abrumado por las responsabilidades se vio obligado a renunciar a la Tesorería dejó una buena suma en los bancos para equipar los edificios que estaban a punto de ser concluídos después de casi cuatro años de emprendimiento.
La penitenciaría fue proyectada para albergar a 1.150 internos ubicada en las proximidades del Cerro San Pedro. Tata Rosales, como era llamado gestionó terrenos adyacentes hasta los 88 mil metros cuadrados, o sea una superficie de más de 4 hectáreas para sembradíos agrícolas que pudiesen generar ingresos para el sostenimiento del recinto.
No asumió Walter toda la responsabilidad, sino que estuvo asistido por Jaime La Fuente, Luis Montnegro, Jaime Ovando, Edwin Tapia, Roberto Peña, Tonchy Marinkovic, Jorge Rojas Tardío (+) y Oswaldo Bayá Clavijo que trabajaron en forma muy responsable hasta concluir por etapas la moderna construcción, que pudo ya recibir a los primeros internos en 1994.
Traemos a colasión estos datos ante el anuncio del Gobierno de la necesidad de construír tres cárceles nuevas en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz y para indicar que el proyecto del arquitecto Walter Iriarte ejecutado en El Abra, preveyó un desarrollo tal que fácilmente podría albergar algunos cientos más de internos, con una inversión relativamente menor al presupuesto de una nueva cárcel. De ahí la sugerencia de ponerse a trabajar sin demora, sin esperar a varios años para librar del inmisericorde hacinamiento, promisciudad en que viven los cientos de internos de San Sebastián y San Antonio, verdaderas pocilgas donde ninguna rehabilitación es posible y donde la vida humana carece de toda dignidad y respeto.
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