La confrontación fue la táctica esencial de la estrategia de la lucha revolucionaria, tanto a escala nacional como internacional. A causa de factores histórico-sociales que favorecían a su causa, el esquema le dio muy buenos resultados a ese Lenin que puso fin a la Rusia de los zares. El líder bolchevique se hizo del poder total y encaminó a la URSS hacia una meta comunista cuyo recorrido previo fue la llamada ‘dictadura del proletariado’, a lo largo de la cual, en realidad, el mando no lo ejercían los de abajo, sino los de arriba, congregados por los sucesores de Lenin en una pequeña pero poderosa capa dirigente y burocrática que accedía a toda clase de privilegios.
El modelo metodológico se repetiría de forma más o menos rigurosa en todos los países europeos que tras la Segunda Guerra Mundial optaron por un denominado ‘socialismo desarrollado’ estrictamente apegado a los lineamientos de Moscú.
Durante casi todo el tiempo de la llamada Guerra Fría, tanto de parte de EEUU como de la URSS y sus satélites europeos, la confrontación, pero ya no bélica, sino ideológica y política, estuvo a la orden del día. Washington pasó a ser vientre vector de dictaduras militares que en América Latina, a escala nacional, debían cerrar el paso al comunismo. Moscú respaldaba económicamente a los partidos comunistas latinoamericanos para que afianzaran su causa a escala nacional y subcontinental.
La batalla contra las dictaduras militares en América Latina (en el Cono Sur, sobre todo) no la ganaron los comunistas, sino los demócratas. Tras el derrumbe del sistema socialista europeo, con la URSS a la cabeza, Washington repudió a los dictadores de uniforme y apoyó el reestablecimiento de las democracias quebrantadas por ellos. Se afirmó a escala continental el pluralismo democrático y la concertación.
Desde hace años, Bolivia padece un interregno de permanente confrontación. Frente a una fragmentada oposición político-partidaria, el Gobierno estuvo todo el tiempo enseñando puños y blandiendo garrotes de la más variada jaez. Desbandó a ciertos movimientos regionales y con una represión procesal penal que aún prosigue, como lo prueban los casos de los gobernadores de Beni y Santa Cruz, contuvo la acción de muchos de sus adversarios, tanto a nivel personal como grupal o institucional.
¿Son reales los indicios connotativos de que el Gobierno dejaría atrás tan anacrónica metodología de lucha para abrir las puertas del diálogo y la concertación a todos sus adversarios? Entre aquellas señales figura la última ‘cumbre’ de Cochabamba y su llamado a los partidos a debatir la actual problemática nacional, de cara a propuestas que permitan mejoras en la economía y la cuestión social del país.
¿Será? ¿Propósito real o mera movida ‘distractiva’? Muy pronto lo sabremos.
El modelo metodológico se repetiría de forma más o menos rigurosa en todos los países europeos que tras la Segunda Guerra Mundial optaron por un denominado ‘socialismo desarrollado’ estrictamente apegado a los lineamientos de Moscú.
Durante casi todo el tiempo de la llamada Guerra Fría, tanto de parte de EEUU como de la URSS y sus satélites europeos, la confrontación, pero ya no bélica, sino ideológica y política, estuvo a la orden del día. Washington pasó a ser vientre vector de dictaduras militares que en América Latina, a escala nacional, debían cerrar el paso al comunismo. Moscú respaldaba económicamente a los partidos comunistas latinoamericanos para que afianzaran su causa a escala nacional y subcontinental.
La batalla contra las dictaduras militares en América Latina (en el Cono Sur, sobre todo) no la ganaron los comunistas, sino los demócratas. Tras el derrumbe del sistema socialista europeo, con la URSS a la cabeza, Washington repudió a los dictadores de uniforme y apoyó el reestablecimiento de las democracias quebrantadas por ellos. Se afirmó a escala continental el pluralismo democrático y la concertación.
Desde hace años, Bolivia padece un interregno de permanente confrontación. Frente a una fragmentada oposición político-partidaria, el Gobierno estuvo todo el tiempo enseñando puños y blandiendo garrotes de la más variada jaez. Desbandó a ciertos movimientos regionales y con una represión procesal penal que aún prosigue, como lo prueban los casos de los gobernadores de Beni y Santa Cruz, contuvo la acción de muchos de sus adversarios, tanto a nivel personal como grupal o institucional.
¿Son reales los indicios connotativos de que el Gobierno dejaría atrás tan anacrónica metodología de lucha para abrir las puertas del diálogo y la concertación a todos sus adversarios? Entre aquellas señales figura la última ‘cumbre’ de Cochabamba y su llamado a los partidos a debatir la actual problemática nacional, de cara a propuestas que permitan mejoras en la economía y la cuestión social del país.
¿Será? ¿Propósito real o mera movida ‘distractiva’? Muy pronto lo sabremos.
* Abogado y periodista
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