No había cómo ganar algo con la convocatoria al diálogo que les hizo el presidente Morales a los partidos opositores, aunque los dirigentes de algunas siglas pensaron que se trataba de una cita imperdible para cobrar algo de protagonismo, ejerciendo como contestatarios al menos una vez al año. El primer mandatario es un glotón cuando se trata de poder y no permite que ningún viento sople en otra dirección que no sea la de él.
Y pese a que el diálogo fracasó cuando apenas había empezado, el único ganador vuelve a ser Evo Morales. El presidente se encargó de desprestigiar a los partidos políticos al mismo tiempo que los llamaba a una cumbre. Les dijo que no tienen plan alternativo y que el único que existe es el que lleva adelante el MAS. Los hizo dividirse, como ocurrió con Convergencia Nacional y al resto de los líderes, supuestamente opositores, les puso una trampa, los mandó a una ratonera donde dieron un lamentable paso en falso, como si no hubieran tenido antecedentes de todas las ocasiones en las que el oficialismo ha montado este tipo de actos teatrales.
El único interés del presidente era el show, según lo han denunciado varios dirigentes políticos que dijeron “No” desde un principio y otros que inexplicablemente terminaron haciendo antesala en la vicepresidencia, donde el diálogo nunca empezó, al menos no con las agrupaciones de cierto peso político. Lo primero que hicieron los líderes como Juan del Granado y otros del MNR fue pedir cámaras, argumento que Evo Morales utilizó para “volcarles la tortilla” y devolverles la acusación de “teatreros”. Ahora tiene la excusa perfecta para acusar a sus adversarios de que fueron estos los que “no quisieron debatir propuestas para enriquecer el proceso de cambio”.
Hubo algunas excepciones en la oposición. Aquellos que pronunciaron un rotundo No y que calificaron el llamado de Evo Morales, como lo que es, un artilugio que ahogó la discusión sobre los tristes sucesos de Yapacaní y que le quitó el protagonismo en los medios de comunicación. El fracaso del diálogo con los partidos es también una forma de disimular la manipulación del Encuentro Plurinacional con los movimientos afines al MAS, de donde han salido propuestas que seguramente se convertirán en leyes, sin pasar por ningún tipo de cedazo democrático.
Otros líderes, sobre todo los dirigentes políticos regionales, no dijeron esta boca es mía para hablar del diálogo. Era el momento de plantear un debate sincero sobre el tremendo azote que ha aplicado el Gobierno hacia los departamentos donde todavía existe una masa crítica que exige la restauración del Estado de Derecho, el cese de la persecución política y el retorno hacia un sistema que respete la integridad de la justicia. Si el presidente quisiera hablar con la verdadera oposición, tendría que convocar a todos aquellos que están enjuiciados, perseguidos y exiliados. Casi todos los que se hacen llamar “opositores” y que están dentro del país, no hacen más que favorecer al régimen con movidas funcionales, como la que acaban de hacer al someterse una farsa que no tenía razón de ser.
El presidente se ha burlado de ellos, les ha faltado el respeto y tiene razón en hacerlo, pues ni siquiera son capaces de manifestar cierta dosis de coherencia y unidad. Pese a que Evo Morales está debilitado por la falta de credibilidad de la gente, de todas maneras se lleva una ganancia, algo de oxígeno político que le hace falta y mucho. Para los opositores es pura pérdida, sobre todo cuando la población termina de convencerse de que frente a Evo todavía no aparece nadie.
Y pese a que el diálogo fracasó cuando apenas había empezado, el único ganador vuelve a ser Evo Morales. El presidente se encargó de desprestigiar a los partidos políticos al mismo tiempo que los llamaba a una cumbre. Les dijo que no tienen plan alternativo y que el único que existe es el que lleva adelante el MAS. Los hizo dividirse, como ocurrió con Convergencia Nacional y al resto de los líderes, supuestamente opositores, les puso una trampa, los mandó a una ratonera donde dieron un lamentable paso en falso, como si no hubieran tenido antecedentes de todas las ocasiones en las que el oficialismo ha montado este tipo de actos teatrales.
El único interés del presidente era el show, según lo han denunciado varios dirigentes políticos que dijeron “No” desde un principio y otros que inexplicablemente terminaron haciendo antesala en la vicepresidencia, donde el diálogo nunca empezó, al menos no con las agrupaciones de cierto peso político. Lo primero que hicieron los líderes como Juan del Granado y otros del MNR fue pedir cámaras, argumento que Evo Morales utilizó para “volcarles la tortilla” y devolverles la acusación de “teatreros”. Ahora tiene la excusa perfecta para acusar a sus adversarios de que fueron estos los que “no quisieron debatir propuestas para enriquecer el proceso de cambio”.
Hubo algunas excepciones en la oposición. Aquellos que pronunciaron un rotundo No y que calificaron el llamado de Evo Morales, como lo que es, un artilugio que ahogó la discusión sobre los tristes sucesos de Yapacaní y que le quitó el protagonismo en los medios de comunicación. El fracaso del diálogo con los partidos es también una forma de disimular la manipulación del Encuentro Plurinacional con los movimientos afines al MAS, de donde han salido propuestas que seguramente se convertirán en leyes, sin pasar por ningún tipo de cedazo democrático.
Otros líderes, sobre todo los dirigentes políticos regionales, no dijeron esta boca es mía para hablar del diálogo. Era el momento de plantear un debate sincero sobre el tremendo azote que ha aplicado el Gobierno hacia los departamentos donde todavía existe una masa crítica que exige la restauración del Estado de Derecho, el cese de la persecución política y el retorno hacia un sistema que respete la integridad de la justicia. Si el presidente quisiera hablar con la verdadera oposición, tendría que convocar a todos aquellos que están enjuiciados, perseguidos y exiliados. Casi todos los que se hacen llamar “opositores” y que están dentro del país, no hacen más que favorecer al régimen con movidas funcionales, como la que acaban de hacer al someterse una farsa que no tenía razón de ser.
El presidente se ha burlado de ellos, les ha faltado el respeto y tiene razón en hacerlo, pues ni siquiera son capaces de manifestar cierta dosis de coherencia y unidad. Pese a que Evo Morales está debilitado por la falta de credibilidad de la gente, de todas maneras se lleva una ganancia, algo de oxígeno político que le hace falta y mucho. Para los opositores es pura pérdida, sobre todo cuando la población termina de convencerse de que frente a Evo todavía no aparece nadie.
El fracaso del diálogo con los partidos es también una forma de disimular la manipulación del Encuentro Plurinacional con los movimientos afines al MAS.
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