Un rosario de grandes oportunidades que se van convirtiéndose en problemas y focos de conflictos. Demasiados complejos, falta de voluntad para encararlos o ¿incapacidad del gobierno para resolverlos? ¿Cómo justificar una respuesta? Pueblos y culturas destacaron aquí hace cientos de años. Sería más fácil señalar qué le falta, antes que enumerar lo que posee. Pero sorprende la gran divergencia entre posibilidades y realidades. Justificar el atraso, nos falta mar, no es suficiente.
Naturaleza y hombre encontraron en el TIPNIS el armonioso paradigma del siglo XXI: gente hermosa en convivencia pacífica, con el medio y con sus semejantes, adaptándose con respeto y dignidad a un entorno agresivo que por momentos amenaza su propia existencia. Los hemos descubierto, nos maravillan. Han sobrevivido a los avatares de los tiempos y ahora, oportunamente, defienden su modo de ser, sus costumbres y sus instituciones, reclamando derechos recién confirmados en la Constitución del Estado Plurinacional, del que son orgullosamente parte constitutiva y fundacional.
Pero, otros son los que administran el Estado e interpretan la nueva CPE. Para el Vice, A. García, los indígenas de tierras bajas son el subproducto del “ambientalismo colonial” importado por ONGs europeas, convertidos en modernos pongos sostenedores de un cierto patronazgo conservador y explotador característico en el oriente boliviano. A falta de proletariado, es la base sobre la que los de la “revolución desde arriba” pretenden encender la lucha de clases en el país. Para ello sobrecargan las diferencias, fabrican el discurso y no pierden oportunidad para abrir heridas para, con el tiempo, mover pasiones.
Lo que buscan, que agachen la cabeza y ensalcen al burócrata centralista redentor, no al revolucionario, que vino a salvarlos del infierno creado por ellos mismos, manipulando, dividiendo, despojándoles de sus territorios, de sus dirigencias y de sus instituciones. Todo ese credo de hermandad se concretó en la indiferencia frente a los marchistas, en la insensibilidad ante sus reclamos y ante su suerte, cubriéndolos de amenazas, vejámenes, hambre, frío y represión sin consideración ninguna. Los enfermos, los heridos y los muertos son testigos.
Ellos tienen su talón de Aquiles, la codicia. YPFB es la gallina de los huevos de oro, por la firma de Hormando Vaca Díez en la nueva Ley de Hidrocarburos y la disparada de los precios internacionales. Por accidente se asoman las puntas del ovillo de la corrupción; ha dado al traste con siete presidentes en seis años. Las investigaciones no avanzan, nunca terminan, o se declaran “reservadas”, hasta para el Ministerio de Transparencia. Como en novela de cuarta se mete presa a la “dizque” secretaria, como si al ciudadano común le interesara el lío de faldas y no las adjudicaciones de multimillonarios contratos con dinero del Estado que no pasan por controles ni licitaciones como manda la ley y la ética.
¿Quién se come el queso? Una y otra vez aparecen actos de corrupción; personajes implicados, simples operadores; si alguno va a la cárcel es porque además tiene enemigos internos (pugnas de poder). Las estructuras de la corrupción, incólumes. Porque si el mismo contrato da para más de un escándalo, es que no son los ratones los que se comen el queso. YPFB es la mayor empresa del Estado, su imagen; de ella depende la economía del país y la suerte del gobierno. ¿No debería, después de seis años en manos nacionalizadoras-patriotas-revolucionarias, mostrar más claridad en sus cuentas y ganar credibilidad? De continuar el mismo sendero las reuniones de autoridades del sector tendrán que hacerse con parche en el ojo, en barco con bandera negra y calavera en el mástil.
Esto mismo tiene que ver con el caso JINDAL STEEL Co. Después de tantas promesas, lo que se presumía, se va; cansada de promesas, de amenazas, de mal trato (son sus palabras), Son años hablando de lo mismo; en el momento crucial, nunca se puede. No hay voluntad ni de este ni de ningún gobierno centralista por implementar Mutún, tal como lo conciben los cruceños y los bolivianos. Son políticos, burócratas, gente que mira su interés inmediato antes que el proyecto país, los que definen. Expertos en alargar soluciones; cara duras de campeonato, capaces de ir mil veces a encarar pueblos crédulos y sacar una y otra conejitos de la galera, sabiendo que ahí no pasa nada.
Para la acería, madre de industrias, la energía es la clave, y eso nunca garantizó YPFB. Una empresa especializada en industrializar hierro ¿saneando tierras, peleando lotes en manos de gente “conocida” especulando precios; sostener “todos” los requerimientos de municipios abandonados a su suerte por el gobierno central?, es demasiado. Jindal se dedicó a planificar una planta según requerimientos del proyecto, con los mayores constructores en Puerto; eran 300 millones de dólares (MD) en el caso Mutún. Cada planta tiene características propias, por lo que exigen contratos en firme, pagos adelantados, garantías, etc.; una vez definida e iniciada no tiene vuelta atrás, son hechas “a medida”. Al final, lo único seguro en Puerto, fueron los pedidos de pavimentación de calles, arreglo de plazas, hasta cabañitas para venta de artesanías a orillas del río. Adiós los posibles 30.000 empleos que promovería. Eso no les importa a los que se cobraron los 36 MD de las boletas de garantía, como no les importan las 1.200 familias sin ingresos por el cierre de AeroSur, ni gastar 234 MD en un regalo, suficiente para 200 colegios, 10 hospitales.
Da bronca pensar en todo esto. Encima cae VEJA denunciando el aumento de los cocales, de la producción de droga, de la violencia y la inseguridad aterradora que reina en el país. ¿Es posible sin que el gobierno esté, por lo menos, enterado? Si no confía en sus propias fuentes podría recurrir a los informes de UNODC 2012. ¿No es hora de parar los spots publicitarios y de sincerarse con el país?
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