Eso dijo Evo Morales. Tal vez sus intenciones fueron buenas, cuando lo dijo. Lo cierto es que antes Bolivia –y ahora el país multu pluri- se ha caracterizado por tener el peor sistema de justicia. La ex - Corte Suprema de Justicia, era un nido de corrupción conocido por todos. Lo digo para que no empecemos a mentirnos. Aquí mandaba la plata y el que más tenía, más podía. El poder político, siempre fue un factor importante y ahora probablemente más que nunca. Haciendo un análisis imparcial, hoy, el sistema tampoco parece ser de los mejores, por lo tanto, no será, “de exportación”, aunque, claro, puedo estar equivocado.
La forma de elección de jueces y autoridades se presta a muchas dudas. ¿Cómo puede un sistema de justicia ser “de exportación”, cuando tenemos Magistrados (ojo: ¡Magistrados!) que se “ayudan”, para tomar decisiones, en la hoja de coca? (¿Cómo llegó a Magistrado?). Pero claro, el sistema permite que, sobre la meritocracia, se imponga la simpatía ¿política? Pero entonces, ¿y la capacidad? ¿los méritos académicos? ¿la idoneidad? ¿la experiencia? ¿la formación? Bien gracias.
Es probable que el atraso del país se deba a que nunca, desde la fundación de Bolivia, se pudo implantar un sistema de justicia obedecido y respetado por todos, porque aquello de que “todos somos iguales ante la Ley” estuvo, y probablemente está bien, para el papel.
Tenemos presos que se autoproclaman políticos, privados de libertad durante años, sin sentencia ejecutoriada. Tenemos juicios que duran años gracias a la mentada "retardación de justicia” que no tiene visos de cambiar. La mayor parte, más del 60%, de los privados de libertad de las penitenciarías del país, no tienen sentencia ejecutoriada. Y no es que la letra muerta de la Ley esté mal. Probablemente tengamos leyes sabias (también hay de las otras), pero se ha convertido en dicho popular boliviano aquello de “hecha la Ley, hecha la trampa”. Y no falta aquel que, sin ambages, admite “que le mete nomás”, sabiendo que contraviene normas establecidas.
Michel Bachelet, cuando era presidente, dijo un día que “nada puede estar sobre la Ley”. Y es cierto. Nada puede estar sobre la Ley. Nada ni nadie debería estar sobre la Ley. Menos, mucho menos, los gobiernos de turno (que deberían ser los primeros en respetarla y hacerla respetar – eso juran). La Carta Magna se la pelea, se la redacta con sangre, pero pasando sobre ella se redactan “leyes” o “decretos” a gusto, sabor y conveniencia del gobierno de turno.
Tener tres o cuatro poderes del estado, teóricamente independientes legalmente hablando, pero sometidos al poder central, prácticamente hablando, no va a garantizar nunca una justicia imparcial, independiente, ética y legalmente justa. Ojo: no estoy hablando de nadie en particular.
Que necesitamos una reforma judicial, claro que sí. Que queremos un cambio en la justicia, por supuesto. Todos los bolivianos. Todos. Pero, otra vez, se hacen cambios si, pero cambios que retroceden en lugar de avanzar. Que no se diga entonces “solo nosotros queremos el cambio, la derecha la oligarquía, no quiere el cambio” No. La derecha y los oligarcas también quieren cambio, pero un cambio para avanzar, para ser mejores, sin dividir, sin “lucha permanente” (¿cuándo vamos a vivir en paz?). ¿Tenemos que ser iguales ante la Ley? Mil veces SÍ.
Según la Constitución somos “multi pluris”, entonces hay que vivir respetando nuestras diferencias; pero ante la Justicia, con mayúsculas, TODOS DEBEMOS SER IGUALES. Los que detentan el poder temporalmente, y los que no. Los pobres y los ricos. Los verdes y los amarillos, los altos y los bajos, los socialistas y los derechistas, los comunachos y los oligarcas y así sucesivamente. Eso sería una buena justicia. ¿Pero es así? (Aparecido en El Dia de Santa Cruz. columnista)
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