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viernes, 23 de marzo de 2018

Chile cediendo a Bolivia una salida soberana tendría mucho que ganar. primero demostrar al mundo que realmente ama la Paz y la Justicia,, segundo librarse de la carga histórica que nace aquel 14 de febrero cuando asalta Antofagasta, lo que es un estigma que le hace mala fama. El Dia, de SC

Nunca ha habido una guerra justa en la historia. Los que mejor saben eso son los militares, soldados o guerreros, que se preparan todos los días justamente para evitar el enfrentamiento. Lamentablemente y pese a que los griegos plantearon hace tres mil años, que la mejor forma de resolver los problemas era a través del diálogo, la humanidad ha seguido insistiendo en el método de la violencia, la conquista y la dominación de un grupo sobre otro.
Bolivia ha sido una víctima permanente de ese paradigma de la historia, sobre el que no se pueden hacer juicios morales, pero sí evaluar en términos de la evolución de la civilización que todavía está buscando la mejor fórmula de convivir en paz, en medio de pulsiones regresivas, como las que se pueden ver todos los días incluso dentro de un mismo país, donde se supone que habitamos bajo un mismo manto de protección cultural, jurídico y político, pero donde siempre existe la tentación de empoderar a un grupo y sobreponerlo sobre otro. El neocolonialismo que practica en “proceso de cambio” es precisamente el mejor ejemplo de la vigencia de esas prácticas.
La Guerra del Pacífico es tal vez la mayor expresión de esa fórmula cultural que era común en el pasado, y que ocurrió sin embargo, cuando la humanidad había progresado en gracias al aporte del humanismo, el derecho, el florecimiento del liberalismo y el impresionante salto que surgió a partir de la Revolución Francesa, madre de las ideas libertarias de América y el nacimiento de las repúblicas soberanas en todo el continente.
Las guerras se mantuvieron en toda la faz de la tierra y la paz sigue siendo una utopía en el mundo, pero a partir de los progresos mencionados, la violencia se visualizada cada vez como una salida inexcusable, vergonzosa y absurda. Es por eso mismo que la herida causada por Chile a nuestro país causó tanto dolor, pues no solo se trató de la agresión fratricida, de parte de un hermano que años antes había estado lado a lado peleando por la libertad, sino que condenó al otro a sufrir el enclaustramiento, un factor que nos ha marcado desde el punto de vista político, económico y social.
La pregunta que más se repite al momento de observar lo que ocurre en La Haya es ¿quién ganará? ¿Chile o Bolivia? Más allá de cualquier resultado concreto, que además se puede traducir en una resolución lírica o una sentencia ambigua, la humanidad entera es la que resulta beneficiada y en ese sentido, nuestro país está haciendo un aporte significativo al poner a discusión un tema trascendental e insistir en el diálogo como la única receta en la solución de los conflictos.
Y aunque parezca paradójico, Chile también resultará ganador, aunque el dictamen de los magistrados sea aparentemente adverso. Nuestro vecino tiene la gran oportunidad de deshacerse de una carga histórica y de un estigma que lo desacredita en todo el mundo.
En el plano interno, el beneficio para el Gobierno también será importante, en la medida en que el “proceso de cambio” comience a dar signos de coherencia, señales de sintonía entre lo que predica y lo que practica, entre lo que le reclama a Chile y lo que decide respecto de la democracia, la constitución y el respeto a los principios de convivencia entre los propios bolivianos.
El beneficio para el Gobierno, después del papel desempeñado en La Haya, será importante, en la medida en que el 'proceso de cambio' comience a dar signos de coherencia, señales de sintonía entre lo que predica y lo que practica, entre lo que le reclama a Chile y lo que decide respecto de la democracia, la constitución y el respeto a los principios de convivencia entre los propios bolivianos.