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jueves, 5 de julio de 2018

Jimmy Ortiz reclama nobleza de miras y absoluta honestidad entre los políticos. aunque cuesta creerlo, Bolivia, también la Bolivia de nuestros tiempos ha tenido políticos honestos y nobles, citemos algunos Paz Estenssoro (además austero) Hernán Siles Zuazo (de extrema austeridad) Luis Ossio (imposible encontrarle un sólo latrocinio) de su talla Benjamín Miguel, Remo Dì Natale, Vicente Mendoza, José Bustamante Pérez, entregados a la causa política bajo el mandato ético de servicio a la población. Claro a la sombra de los patriotas se cobijan muchos ladronzuelos y estafadores.

Adicción al poder



La clase política, casi a escala mundial, no goza de los mejores índices de credibilidad ante la opinión pública. En nuestro continente, especialmente después del paso populista, su desprestigio es mayúsculo. 
Si bien la principal causa de este descrédito es la corrupción pública, esta vez quiero detenerme en su adicción al poder, otro terrible mal que los aqueja. Lógicamente que toda regla tiene excepciones, pero son golondrinas que no hacen verano.
Buscar el poder, por el poder mismo, es una fatal distorsión de la política. La política es esencialmente una carrera para ciudadanos con vocación de servicio al pueblo, cualquier otro objetivo desvirtúa su esencia. Por lo tanto, la política no es para cualquiera, ella está destinada exclusivamente a las almas nobles, gente que busque genuinamente el bien común y no el beneficio propio o el de su partido. Líderes con sólidos valores morales.
Lo que ocurre a menudo es que una vez los políticos llegan al poder, se aferran a él uñas y dientes, buscan todo tipo de artimañas para forzar su relección. No se resignan a perder honores, privilegios ni otras cosas menos santas. Se niegan a volver al pueblo de donde salieron, se deprimen de solo pensarlo. Desde Porfirio Díaz hasta Evo Morales comenten el mismo atropello. Su entorno palaciego y los estómagos agradecidos los hacen creer que son insustituibles, que después de ellos el sol no volverá a salir. Y lo peor de todo, ellos se lo creen.

Vengo insistiendo en la necesidad de una nueva clase política desde hace tiempo, ciudadanos patriotas con grandeza de espíritu que busquen por encima de los intereses particulares el bienestar de la nación. Un liderazgo nuevo, amado y respetado por su pueblo. Comenzar por cambio el generacional sería lo más adecuado.

Las próximas elecciones son el momento oportuno para seleccionarla. Eliminemos de ella la corrupción, el caudillismo, la mediocridad y los adictos al poder que tanto daño nos han hechos a lo largo de la historia. Somos del Tercer Mundo por culpa de ellos. Cuidemos nuestro voto.
Seguiré aguardando el advenimiento de esta nueva clase política, espero que la vida me alcance para verla. 

jueves, 19 de abril de 2018

se repite o mejor se pretende repetir la historia. ante el achicamiento de su apoyo popular, el MAS o EVO, intentan recuperar el poder, en el caso de Cochabamba, el poder Municipal.. urdido un maquiavélico complot

La popularidad ha dejado de sonreírle al presidente Morales y por más esfuerzos propagandísticos se hagan, la ciudadanía sigue empecinada en exigir una administración que se ocupe de los temas urgentes, como el deterioro de la economía y que se incline a favor de los principios democráticos y la voluntad popular expresada en el referéndum del 21 de febrero de 2016, un asunto que se ha vuelto innegociable para la gente. Por primera vez en mucho tiempo, el peso de la opinión pública, el consenso de la población y las expresiones que surgen de la calle, son las determinantes del futuro político del país, hecho que el “proceso de cambio” no acepta y, por lo tanto, se empeña en remar contra la corriente.

La única manera de continuar es a través de la violación flagrante y descarada de la Constitución Política del Estado y ante la pérdida del apoyo de la población, que amenaza también con erosionar el denominado “voto duro”, el régimen no tiene otra opción que apelar a la militancia más radical, que en el pasado fue vital para hacer valer en el terreno militar, lo que se había conquistado en las urnas.

Precisamente fueron las huestes paraestatales, llámese sindicatos y movimientos sociales, las que le permitieron al oficialismo ganar las calles, derrotar a los focos de resistencia y acabar con todo vestigio de oposición entre el 2006 y el 2009. La Calancha, Huanuni, Porvenir, el cerco a Santa Cruz, la toma de Cochabamba y otros episodios violentos, fueron en realidad guerras armadas que le dieron al oficialismo el poder real y la libertad para llevar adelante los cambios que tenía previsto y, obviamente, aplicar un férreo sistema de control político.

Luego vinieron las leyes inconstitucionales y atrabiliarias que propiciaron el derrocamiento de alcaldes y gobernadores de la oposición, que siguieron ganando elecciones en todo el país, porque desde un principio la ciudadanía cayó en cuenta que las debilidades del “proceso de cambio” estaban en la corrupción y la ineficiencia. De esa forma, gestiones ejemplares, que habían sido declaradas como modelo de la gestión pública cayeron en manos oficialistas y se convirtieron automáticamente en botín político e instrumentos de saqueo. Numerosos líderes fueron procesados y encarcelados por supuestos malos manejos que nunca fueron probados o que fueron resultado de montajes ejecutados con la complicidad de tribunales instrumentalizados por el poder central para liquidar cualquier vestigio de oposición a la hegemonía.

No es casual que el retorno de esa estrategia comience hoy por Cochabamba, donde son evidentes las intenciones de derrocar al alcalde José María Leyes. En el 2007 pasó lo mismo con la prefectura cochabambina, hecho que derivó en un enfrentamiento fratricida y que tuvo a los cocaleros y mujeres del sindicato Bartolina Sisa como puntas de lanza. La gran diferencia entre aquel episodio y la realidad actual radica en las circunstancias adversas del régimen y sobre todo la debilidad de su imagen, que ya no está para aplicar esos métodos.

No es casual que el retorno del golpismo tenga lugar en Cochabamba, donde son evidentes las intenciones de derrocar al alcalde José María Leyes. En el 2007 pasó lo mismo con la prefectura cochabambina, hecho que derivó en un enfrentamiento fratricida y que tuvo a los cocaleros y mujeres del sindicato Bartolina Sisa como puntas de lanza.

viernes, 23 de marzo de 2018

Chile cediendo a Bolivia una salida soberana tendría mucho que ganar. primero demostrar al mundo que realmente ama la Paz y la Justicia,, segundo librarse de la carga histórica que nace aquel 14 de febrero cuando asalta Antofagasta, lo que es un estigma que le hace mala fama. El Dia, de SC

Nunca ha habido una guerra justa en la historia. Los que mejor saben eso son los militares, soldados o guerreros, que se preparan todos los días justamente para evitar el enfrentamiento. Lamentablemente y pese a que los griegos plantearon hace tres mil años, que la mejor forma de resolver los problemas era a través del diálogo, la humanidad ha seguido insistiendo en el método de la violencia, la conquista y la dominación de un grupo sobre otro.
Bolivia ha sido una víctima permanente de ese paradigma de la historia, sobre el que no se pueden hacer juicios morales, pero sí evaluar en términos de la evolución de la civilización que todavía está buscando la mejor fórmula de convivir en paz, en medio de pulsiones regresivas, como las que se pueden ver todos los días incluso dentro de un mismo país, donde se supone que habitamos bajo un mismo manto de protección cultural, jurídico y político, pero donde siempre existe la tentación de empoderar a un grupo y sobreponerlo sobre otro. El neocolonialismo que practica en “proceso de cambio” es precisamente el mejor ejemplo de la vigencia de esas prácticas.
La Guerra del Pacífico es tal vez la mayor expresión de esa fórmula cultural que era común en el pasado, y que ocurrió sin embargo, cuando la humanidad había progresado en gracias al aporte del humanismo, el derecho, el florecimiento del liberalismo y el impresionante salto que surgió a partir de la Revolución Francesa, madre de las ideas libertarias de América y el nacimiento de las repúblicas soberanas en todo el continente.
Las guerras se mantuvieron en toda la faz de la tierra y la paz sigue siendo una utopía en el mundo, pero a partir de los progresos mencionados, la violencia se visualizada cada vez como una salida inexcusable, vergonzosa y absurda. Es por eso mismo que la herida causada por Chile a nuestro país causó tanto dolor, pues no solo se trató de la agresión fratricida, de parte de un hermano que años antes había estado lado a lado peleando por la libertad, sino que condenó al otro a sufrir el enclaustramiento, un factor que nos ha marcado desde el punto de vista político, económico y social.
La pregunta que más se repite al momento de observar lo que ocurre en La Haya es ¿quién ganará? ¿Chile o Bolivia? Más allá de cualquier resultado concreto, que además se puede traducir en una resolución lírica o una sentencia ambigua, la humanidad entera es la que resulta beneficiada y en ese sentido, nuestro país está haciendo un aporte significativo al poner a discusión un tema trascendental e insistir en el diálogo como la única receta en la solución de los conflictos.
Y aunque parezca paradójico, Chile también resultará ganador, aunque el dictamen de los magistrados sea aparentemente adverso. Nuestro vecino tiene la gran oportunidad de deshacerse de una carga histórica y de un estigma que lo desacredita en todo el mundo.
En el plano interno, el beneficio para el Gobierno también será importante, en la medida en que el “proceso de cambio” comience a dar signos de coherencia, señales de sintonía entre lo que predica y lo que practica, entre lo que le reclama a Chile y lo que decide respecto de la democracia, la constitución y el respeto a los principios de convivencia entre los propios bolivianos.
El beneficio para el Gobierno, después del papel desempeñado en La Haya, será importante, en la medida en que el 'proceso de cambio' comience a dar signos de coherencia, señales de sintonía entre lo que predica y lo que practica, entre lo que le reclama a Chile y lo que decide respecto de la democracia, la constitución y el respeto a los principios de convivencia entre los propios bolivianos.

jueves, 22 de febrero de 2018

Alvaro Puente estalla en repulsión por el Vice García Linera portador de un odio infinito hacia la sociedad boliviana. "le brota el odio por los poros" afirma "quiere que arda todo, que no vuelva la paz" su texto es de enorme valor testimonial hoy en dia.

En los últimos meses el país ha escuchado incrédulo los discursos del vicepresidente. Le brota el odio por los poros. Una sed insaciable de venganza lo empuja a reclutar vengadores apocalípticos. En la inauguración de una escuela o presidiendo una asamblea de cualquier organización social, con adultos o con niños, el interminable discurso restriega todas las heridas reales o inventadas hasta hacerlas sangrar. Señala a todos como culpables para que la saña sea infinita, para que el dolor no se extinga. Pide fuego. Llama a la guerra. Exige sangre y muerte. Siempre mostró obsesión por la violencia, pero desde que se saben minoría la idea de convertir en guerreros implacables a sus últimos seguidores se ha hecho desesperación. Necesita conformar un ejército temible. Inyecta odio para que venguen la derrota que no puede aceptar. Quiere que arda todo, que no vuelva la paz, que alguien mate a la sociedad entera que se les aleja desengañada, que en adelante nadie pueda vivir tranquilo.
A eso se suma un exministro que antes de saber qué pasó con las garrafas de Oruro, sin haber visto nada, apunta acusador a los mismos enemigos del vicepresidente odiador. No espera a saber nada. No necesita conocer lo que ha sucedido porque no resiste la rabia de la soledad política. Acusa a todos los que pudieran estar al frente. Para ellos la derecha son todos y grita que la derecha ha dinamitado el carnaval patrimonio de la humanidad. Y ahí queda esperando que se propague el fuego del odio. No sabemos si al señor Moldiz le sale de adentro aprovechar el tumulto para calumniar o si su aparición es parte de una macabra estrategia, como aquella de la bomba en casa del Cardenal. La había enviado el gobierno para acusar de terrorismo a los que eran oposición.
En todas partes hay alguien que ha perdido la razón y es capaz de matar sin piedad a inocentes. Sería doloroso que alguno de ellos hubiera provocado las salvajes explosiones de Oruro, pero sería infinitamente más grave, sería inconcebible e inaceptable que las muertes y el dolor hubieran nacido de las manos y la mente de los que manejan el país. Sería terrible que el rencor que nos muestran fuera tan real y profundo como las criminales explosiones. Ojalá fuera una absurda acción del hampa. A pesar de lo que nos pudiera doler, sería mejor que aceptar que ha sido obra de los que se empeñan en mostrar al mundo que el odio y la muerte son su horizonte y su objetivo.
Han tirado a la cuneta la Constitución. Han torcido a todo un Tribunal Constitucional. Se han inventado un tratado internacional. Han botado a la basura la decisión de todo el país. Delitos que merecen cárcel, pero la siembra esmerada de odios y de guerras es más destructiva, pretende hacer más daño. Es lo que faltaba para destruir a la mismísima patria.

jueves, 18 de enero de 2018

no hay otra forma mejor. la Democracia sigue estando en pie y el "socialismo S.XXI" luce derrotado y acabado según editorializa El Dia de SC en relación al proceso "otro periodo más de transición"

En pleno fragor del populismo en América Latina, cuando Hugo Chávez, Lula, Correa, Fidel Castro, Kirchner y demás exponentes lucían imparables y soberbios, expandiendo sus ideas en todas direcciones, el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa sorprendió a todos asegurando que la democracia gozaba de plena salud en el continente y que las amenazas del Socialismo del Siglo XXI eran simples tropiezos en una marcha irreversible.
Eso fue hace ocho años cuando nadie hubiera pensado en un deterioro tan prematuro de este proceso político que no ha llegado a los 20 años y que se desató precisamente cuando la renaciente democracia había ingresado en un periodo de crisis por falta de los resultados prometidos por los líderes que derrotaron a las dictaduras y que generaron grandes expectativas en la población. 
La impaciencia nos llevó del fuego a las brasas y aquello lo pueden atestiguar muy bien los países que hoy enfrentan verdaderos desbarajustes económicos, sociales y políticos, que obviamente son regresivos y amenazantes con la democracia, pero que de ninguna manera cambiarán el rumbo de la historia.
Otro que hizo una declaración sorprendente, ni bien había empezado la administración de Evo Morales en 2006, fue el reconocido politólogo boliviano Cayetano Llobet, quien afirmó que el denominado “proceso de cambio” era otro más de los periodos de transición en la traumática historia política nacional, que si bien ha extendido el tiempo de duración de los gobiernos, no consigue superar el permanente estado refundacional, que nos lleva a cambiar desde el nombre del país y todas las leyes, a ensayar uno y mil experimentos y por último, a intentar un peligroso camino marginal, alejado de cualquier precepto constitucional y democrático.
Pese a que lo de Venezuela, lo de Cuba y lo de Bolivia pueden generar pesimismo y a pesar también de que los enemigos de la democracia parecen dispuestos a todo y que los auténticos demócratas no consiguen resultados a la velocidad que lo quisieran, la mejor respuesta sobre el futuro del continente lo está dando la propia gente, que seguramente creyó y se ilusionó con las promesas de los populistas que hablaban de una profundización del proceso democrático, pero que degeneraron en errores mucho más gruesos y torpes que los gobernantes que tanto han criticado.
La reacción del ciudadano que se está viendo todos los días en las calles, de manera clara y contundente, deber ser entendida por los gobernantes como la firme convicción de que la democracia, que como decía Winston Churchill, “es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás”, puede tener tropezones, puede ser acechada por aventureros que buscan repetir viejos errores, puede progresar a paso lento, pero en definitiva, es una senda de la que no debemos apartarnos, porque lo contrario sería renunciar a la libertad y a la concordia que tanto nos costó reconquistar.
La democracia puede tener tropezones, puede ser acechada por aventureros que buscan repetir viejos errores, puede progresar a paso lento, pero en definitiva, es una senda de la que no debemos apartarnos, porque lo contrario sería renunciar a la libertad y a la concordia que tanto nos costó reconquistar.

domingo, 14 de enero de 2018

Carlos Valverde nos brinda su testimonio de lo que vio el jueves pasado en la ciudad de Santa Cruz. "que hemos perdido el miedo y estamos como en 2008" y su texto se pone vivo y contagioso. No a la eternización en el poder. No a torcer la Ley. Sí por la CPE. su lenguaje no llama a engaño.

Asistí a la marcha de las promociones y lo que vi en las caras de miles de personas me dio la sensación de que la prepotencia y desaciertos del poder nos volvieron al 2008, pleno, presente, activo.
Está claro que la gente volvió a las calles llena de coraje, decisión y queda claro que se acabó esa sensación de culpa por lo ocurrido en ese lejano septiembre de 2008 (con la toma de instituciones encabezada por infiltrados en la UJC que luego se los vio muy campantes en el MAS) y por el miedo/temor por la masacre en el Hotel Las Américas, por la impune acción extorsiva y amedrentadora del exfiscal Soza, ahora refugiado en Brasil, aparentemente impune por los crímenes cometidos en este país, que reconoció lo que denunciamos en su momento, cuando aseguramos que el poder trajo a Rózsa y que este se movió a sus anchas en el país, hasta que decidieron matarlo.
La marcha de las expromociones no solo mostró una multitud que protestaba, sino que festejaba haber roto con los miedos colectivos, dispuesta a estar en las calles para expresar sus pareceres en cuanto a lo político.
Esto no se hizo de la noche a la mañana, aunque es nuevo, ‘tierningo’, como decimos los cambas. Los muchachos de las plataformas vienen trabajando desde 2016 con el No al cambio de la Constitución para permitirle a Morales ser candidato nuevamente, pero tiene su ‘reviente’ en la decisión del saliente Tribunal Constitucional Plurinacional que declaró “la inaplicabilidad de la Constitución Política del Estado” y dictaminó la habilitación de Morales para la candidatura 2019.
La reacción de jóvenes activistas contra el fallo derivó en una movilización permanente al grito de "Bolivia dijo No”, “Santa Cruz de pie". Hubo un par de excesos, es evidente, en la protesta frente al Tribunal Electoral y la Brigada Parlamentaria, pero eso se corrigió en las diferentes acciones y en un mes. Desde fines de noviembre, la sociedad civil no militante en partidos políticos fue recuperando el brío; el pasivo Comité pro Santa Cruz tuvo que correr detrás de los jóvenes y la población (las señoras de Kuña Mbarete generaron un movimiento de activistas que tal vez ya pase el medio millón, primero a través de las redes sociales y en las calles después), bajo el riesgo de quedar desplazado. Y ahí va, el tiempo dirá qué pasa por ahí.
Lo que interesa es que la calle cruceña hierve de nuevo, está en ebullición, las miles de personas se ‘empoderaron’, saben su valor como individuos y como colectivo y esa gente ya no dejará de involucrarse. “Salimos a las calles antes de que ellos entren a nuestras casas”, decía uno de los carteles en la marcha de las expromociones y esa marea humana merece respeto y, no la agresión desubicada y soberbia. Pero, claro, el poder está desconcertado y no atina a otra cosa que a la agresión, a ver si genera violencia para justificar la represión, por lo que no debe ser pasada por alto.
Claro, si nunca fuiste carnavalero, si no estuviste en las calles en las precas, si no sabés lo que se siente estar en nuestro desordenado corso, si los tres días de jolgorio no te dejan anécdotas para recordar toda tu vida; si tus compañeros de colegio no son tus amigos de toda la vida aunque no los veás seguido; si nunca creíste en la democracia plena pluralista y solo la consideraste como un medio para alcanzar el poder y perpetuarte en él, lo más probable es que sintás el golpe de lo que está pasando en el país y te atrevás a insultar a la gente que sabe muy claramente qué es el Carnaval, pero que también sabe de democracia, que conoce la Constitución y está dispuesta a agruparse para defender en las calles su voto, la vigencia de la Carta Magna y repudiar el intento prorroguista del poder.
Cierro convencido del retorno del 2008, con el gesto de Leonardo Martínez que le pidió al presidente y al vicepresidente que respeten el voto del 21-F, ¿cómo no creer que volvimos al 2008, que se acabaron los sentimientos de culpa y el miedo, que estamos de pie? ¡Volvamos al futuro: una mejor democracia es posible!