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martes, 1 de febrero de 2011

se le cae la careta. La Razón sale en defensa de Evo porque le llamaron "momia" como a Castro y Chávez, olvida que va por el mismo camino


Hace algunos meses, una revista, la Foreign Policy, publicó una controvertida lista de dictadores vigentes en la que aparecen los presidentes americanos Raúl Castro y Hugo Chávez. Sobre los métodos que estos mandatarios aplican en sus respectivos países, cercanos o lejanos a la democracia tal y como nos la enseñaron en el colegio, se debatirá por muchos años.

En nuestro país, no faltan los temerarios que, en el mismo tren y por el solo hecho de la descalificación política y coyuntural, se animan a incluir en la misma bolsa al presidente Evo Morales. Las diferencias entre los sistemas de gobierno de Cuba, Venezuela y Bolivia saltan a la vista y, por lo mismo, ni siquiera merece la pena ahondar en ellas. Todo es debatible, no obstante, incluida la citada clasificación de dictadores que se adjudica al ghanés George B.N. Ayittey, presidente de la Free Africa Foundation, con sede en Washington. Él se habría basado en las cualidades innobles, la traición cultural y la devastación económica de los 40 señalados.

Mubarak ocupa un lugar indiscutible en esa lista, más ahora que lleva una semana al borde de la caída después de permanecer inmutable en el poder desde 1981. 30 años resultan suficientes para una población cansada de la autocracia de este presidente que a última hora se acordó de los problemas de la gente y, al verse contra las cuerdas, reacciona… tarde.

Egipto pide a gritos elecciones ¡ya! Respecto de las horas de zozobra que se viven en ese país, un cronista español narró que “cualquiera podía hacer lo que le diera la gana. Saquear el museo egipcio, por ejemplo. Uno de los mayores tesoros del mundo se salvó porque hubo gente que decidió protegerlo de los afanes predatorios de otra gente”.

Mubarak está sitiado. Erigido hoy como líder de la oposición, el Premio Nobel de la Paz (2005) Mohamed El Baradei, el mismo que cuestionó en el 2003 la validez de las pruebas de George Bush acerca de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, hizo un llamado a “salvar a Egipto”. El mundo poco a poco se adhiere a la convocatoria, y más: consternado por el hundimiento del país africano cuya antigua civilización irradió sus conocimientos hacia todas las latitudes, se manifiesta de diferentes formas pidiendo que se preserve la gloria de un pasado inconfundiblemente propio y que se trasunta, por ejemplo, con la siguiente consigna que se enreda en la internet: ¡Salven a las momias!

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