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viernes, 18 de febrero de 2011
el hambre, la inseguridad, el crimen, el narcotráfico y la corrupción no desaparecerán con un Ministerio para tapar la verdad y proclamar el engaño.ED
Ojalá el problema de Bolivia fuera un asunto de comunicación. Ojalá todo se resolviera con la creación de un ministerio.
El MAS asumió el poder hace cinco años convencido de que la comunicación era la clave para gobernar.
De hecho, el presidente Morales es un incansable comunicador y a él se sumó un grupo de primer nivel en esta ciencia, que ha derrochado ingentes cantidades de dinero en la elaboración de mensajes y el diseño de estrategias destinados a “crear” un país paradisiaco, un proceso de cambio fructífero que le ha transformado la vida a los bolivianos, que maneja la economía con maestría y que en esas condiciones tiene todas las ventajas para ganarse la perpetuidad.
Nadie puede negar que al Gobierno del MAS le ha ido muy bien en la comunicación. Ganar seis procesos eleccionarios consecutivos no es agua de borrajas, pero lamentablemente la comunicación no tiene la capacidad de crear la realidad, simplemente genera ciertas sensaciones, que obviamente son las que le han servido al oficialismo para arrasar políticamente en el país.
Detrás del éxito político del MAS, por supuesto, existía una realidad de bonanza económica innegable, que transcurría por el mérito de otros actores y de otros factores y sobre todo, a pesar de las decisiones que pudiera tomar el Estado Plurinacional, lleno de incompetentes e improvisados. Mientras el Gobierno comunicaba su “excelente performance” (a un costo de ocho dólares el segundo, con un promedio de 400 dólares por cada vez que se emite un spot en cada canal de televisión), los otros comunicadores, los que hablaban basados en la realidad, los que advertían del desastre económico que se venía, que pronosticaban la escasez, la sequía de inversiones, el desabastecimiento de combustibles y el peligro de una hambruna, eran apedreados en las calles, expulsados de las cadenas televisivas por presiones gubernamentales y sometidos a un enorme bombardeo legal para acallarlos.
Cuando la realidad se vuelve tan pesada como para aplastar de un plumazo un mensaje televisivo oficial, cuando el Gobierno ya ni siquiera es capaz de mantener una imagen y cuando justamente la inoperancia y el desconcierto de las autoridades se han vuelto factores que generan sensaciones de angustia en la gente, que se vuelca a las calles en busca de azúcar, arroz o harina y eso se convierte en coadyuvante de la inflación, al Presidente le dicen que todo es un asunto de comunicación y en consecuencia decide crear un nuevo ministerio, que seguramente tiene la misión de aumentar el bombardeo mediático, derrochar todo lo que sea posible en anuncios, en la adquisición de medios y en el reclutamiento de mayor cantidad de comunicadores que ayuden a reconstruir ese “paraíso”, que con tanto empeño describió el presidente Morales el pasado 22 de enero, al momento de celebrar su quinto año de inquilinato en el Palacio Quemado.
El problema es que, como ya lo han adelantado algunos “comunicadores” gubernamentales, el nuevo ministerio también se dedicará a ajustarles las clavijas a los otros comunicadores, a esos que continuamente están reportando lo que pasa en la realidad. Eso será complicado a estas alturas. Será tan difícil como tapar el sol con un dedo, sobre todo cuando los nuevos revolucionarios del mundo son los señores Twitter y Facebook, grandes protagonistas en Egipto y Túnez.
Cuando la inoperancia del Gobierno genera que la gente, se vuelque a las calles en busca de alimentos, al Presidente le dicen que todo es un asunto de comunicación y decide crear un nuevo ministerio.
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