Muchos mexicanos estaban esperando que el papa Francisco se pronuncie sobre el precandidato republicano de Estados Unidos, Donald Trump y su xenofobia, especialmente contra los inmigrantes que cada día cruzan la frontera en busca de trabajo o que huyen de la violencia y la miseria.
Pero estrellarse contra un postulante que justamente está buscando palestra sería una tontería, además de que en honor a la verdad, culpar de todo al alocado magnate sería simplista.
El Pontífice prefiere que los mexicanos se miren en el espejo antes de echar sus males a otro y ante alrededor de 300 mil personas reunidas en el municipio de Ecatepec, el más poblado y el más violento de México, pidió que los propios habitantes, sus líderes y sus instituciones construyan un país donde no se necesite emigrar para buscar una vida mejor y que no se muera en manos de los “traficantes de la muerte”, manera cómo calificó a los narcos, que no sólo son los que fabrican y comercian la droga, sino los políticos y funcionarios que los protegen, que son la mayoría.
“Hagan posible una tierra donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos”, dijo el Papa.
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