Alguien tendrá que explicar la siguiente paradoja. El aparato de propaganda gubernamental bombardea sin misericordia con un mensaje: el Gobierno del presidente Morales en apenas cinco años ha logrado que las reservas del país superen los diez mil millones de dólares. Bonita suma. La propaganda insiste en que desde la creación de la República algo torcido ha pasado con todos los demás presidentes que no han llegado, ni en los mejores momentos, a los talones de las actuales reservas. Conclusión 1: Tenemos plata como nunca antes. Conclusión 2: Nadie se compara al presidente Morales. ¿Cómo se explica entonces que los habitantes de un país con tanta platita en el banco tengan que pasar la noche haciendo fila para conseguir un kilo de azúcar?
La plata que el Gobierno guarda en el banco, dice la propaganda gubernamental, es resultado de la política estatal de hidrocarburos que tiene su llave maestra en la nacionalización. La escasez de azúcar, por su parte, es consecuencia del maldito capitalismo, del calentamiento global, de los especuladores, de los infiltrados de la derecha cavernaria y, faltaría más, de las cebras. No hay necesidad de hacer ninguna evaluación de la política de hidrocarburos; el Gobierno solito se tomó examen con el gasolinazo. En cambio, sí vale la pena detenerse un momento en lo que está haciendo para resolver el problema del azúcar.
Las dos políticas visibles del Gobierno sobre el azúcar son: importación y sustitución. La Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa) importa azúcar y la vende a precio subvencionado a la población. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, sólo una mínima parte de la población puede darse el lujo de invertir en la cola seis a ocho horas de su tiempo; entonces, inevitablemente, el azúcar subvencionada va a parar, en gran parte, a manos de quienes pueden invertir ese tiempo y, luego, resarcirse revendiéndola a mayor precio. Conclusión única: Gana la especulación. Y esta sabia política rápidamente puede ampliarse a otros productos, incluyendo, se dice, la papa. Como van las cosas, la empresa estratégica del Estado Plurinacional dejará de ser YPFB (tan venida a menos después del gasolinazo), y su lugar podría ser ocupado por Emapa que, sin embargo, quizás deba hacer una pequeña corrección a su nombre: Empresa de Apoyo a la Importación de Alimentos.
La segunda política es la sustitución. El presidente Morales ya ha planteado la solución a la escasez de azúcar: hay que sustituirla por la miel. Y su portavoz, haciendo inmediato eco a esas palabras, no sólo ha insistido en que la miel es la solución; para hacer más convincentes sus palabras, ha contado cómo en el Palacio sólo consumen miel. Esta ecuación (a falta de azúcar buena es la miel) recuerda las palabras que le achacan a la desdichada María Antonieta. Se cuenta que cuando las revolucionarias masas francesas rodeaban el Palacio pidiendo pan, la Reina les propuso: “Bueno, si no tienen pan, coman pasteles”. Y después vino la guillotina y toda esa triste historia. Pero volvamos a lo nuestro. La sabia solución planteada por el presidente Morales choca con un pequeño problema práctico: en los mercados un kilo de miel cuesta por lo menos cinco veces más que un kilo de azúcar. Conclusión 1: En Palacio ya no saben lo que ocurre en los mercados. Conclusión 2: ¡Qué rica debe ser la miel de Palacio! Conclusión 3: ¿Y si la madre del cordero de tanto zafarrancho es, precisamente, que en Palacio se han acostumbrado a la miel?
Rubén Vargas
es poeta y periodista.
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