Es sintomático que el flamante Ministerio de Comunicación haya sido creado en el preciso momento en que el oficialismo renueva sus intenciones de controlar el trabajo de la prensa. Hace pocos días fue promulgado el reglamento de la ley “antirracismo”, también conocida como “ley mordaza”, y ayer nomás el diputado Tupa mostraba una pizarra con el “código deontológico” (!) al que deberán ceñirse los medios. Todo lo cual apunta a que, ya creados los instrumentos jurídicos para la censura -más otros que probablemente vengan en camino, como la anunciada nueva ley de imprenta-, era necesario poner en funcionamiento el organismo ejecutor, en todos los sentidos de la expresión. Si esto se confirma en la práctica, triste papel el que desempeñará el ministro Iván Canelas, hombre salido del periodismo y que ahora podría acabar convertido en censor de sus colegas. ¿Vale la pena mancharse por un régimen que puede tener los días contados, de concretarse el segundo gasolinazo en carnaval? Por otra parte, la creación de un nuevo ministerio en las actuales circunstancias económicas no deja de ser un absurdo. Algunos años atrás las carteras del gabinete no pasaban de la docena, mientras que hoy en día ya superan la veintena. Sólo un pequeño ejemplo de la incontrolada expansión de la burocracia que jaquea a las finanzas públicas y que ahora aspira a solventarse mediante el ajuste de precios a los combustibles…
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