El Gobierno ha demostrado que va en serio en su arremetida contra los cocaleros ilegales de Apolo y contra quienes afirma son sus socios, los narcotraficantes peruanos, a los que supuestamente está pisándoles los talones. Pero en la medida que el régimen incrementa la fuerza, se acentúan las voces de crítica de los propios cocaleros paceños, que reclaman por qué no hace lo mismo con sus colegas del Chapare, que también son ilegales y que igualmente desvían su producción hacia el narcotráfico, con la venia de algunas autoridades que deberían ejercer el control.
Hay quienes están señalando una suerte de guerra selectiva que ataca a los peruanos por motivos que nadie se atreve a pronunciar pero que están flotando en el aire en forma de un nubarrón muy oscuro.
La otra razón que explica este inusitado despertar de la lucha antidrogas, que de pronto descubre desvío de coca, cultivos excedentes y la actuación de cárteles internacionales, es la campaña hacia las próximas elecciones del 2014, en la que saltará sin duda alguna el tema del incremento del narcotráfico y la supuesta actitud complaciente del gobierno. El riesgo es que ni los productores de coca de La Paz y sus socios entiendan de chistes y humor negro.
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