El haber intentado desbaratar las redes políticas y empresariales de corrupción fue motivo suficiente para desencadenar el mayor ensañamiento judicial
Un fuerte sacudón en los sentimientos y en la consciencia ciudadana, ha causado la muerte del Ing. José María Bakovic. No sólo quienes lo conocieron, también quienes sin haber tenido ese privilegio sabían de sus cualidades, recibieron la noticia con la sensación de que algo muy malo está pasando a nuestro alrededor.
Tanta consternación se explica en gran medida porque durante sus casi 75 años de vida Bakovic hizo méritos suficientes para hacerse merecedor de la admiración, respeto y cariño de sus semejantes. Pero el pesar se acrecentó porque, precisamente por sus dotes personales y profesionales, Bakovic se convirtió en un símbolo representantivo del modelo de ciudadano que tanta falta le hace a nuestro país.
Fue también por eso que cuando el Servicio Nacional de Caminos (SNC) fue elegido para ser un modelo de institucionalización, no se encontró mejor candidato que José María Bakovic. El primer Presidente Ejecutivo de la empresa —hasta entonces conocida por ser la máxima expresión de la corrupción concertada entre el sector público y privado— sólo podía ser alguien de trayectoria impecable y honorabilidad indiscutible y por eso, en lo que pasó a la historia como un excepcional caso de concertación política, más del 90 por ciento de los parlamentarios, pasando por encima de sus eventuales discrepancias, coincidieron en darle su plena confianza.
Desde ese día de septiembre de 2001, Bakovic inauguró el proceso encaminado a poner a la empresa estatal que mayores recursos maneja fuera del alcance de los gobernantes de turno y de sus sostenedores políticos y empresariales.
Dados esos antecedentes, es probable que el proceso que culminó con su muerte el pasado sábado se haya iniciado el mismo día de su posesión como primer Presidente Ejecutivo del Servicio Nacional de Caminos Institucionalizado. Es que habiendo sido tan grandes, antiguas y sólidas las redes de corrupción que se fueron tejiendo alrededor del SNC, fueron tambien enormes las fuerzas que se unieron contra la posibilidad de que los malos manejos del pasado salieran a luz y, peor aún, que no pudieran seguir engrosando fortunas privadas.
La manera sistemática como Bakovic se dedicó entre septiembre de 2001 y febrero de 2006 a desbaratar uno tras otro cuanto negociado se hizo y se pretendía hacer en nombre de la vertebración caminera de nuestro país fue motivo suficiente para que contra él se coaligaran los más diversos intereses, de un extremo a otro del espectro político boliviano. Más aún, con sus denuncias llegó a poner en serios aprietos a las principales empresas constructoras brasileñas (Andrade Gutierrez, Queiróz Galvão y OAS), y tras ellas a prominentes exponentes de las redes de corrupción brasileñas gestadas también alrededor de las obras públicas y su financiamiento.
No eran, pues, pocos ni pequeños los motivos que José María Bakovic dio a quienes durante los últimos ocho años lo sometieron con encarnizamiento a un verdadero suplicio judicial. Ahora, cuando su tormento ha terminado de la peor manera posible, sólo queda esperar que su perseverancia no haya sido en vano, que de él no se aprovechen oportunistas ávidos de prestigios ajenos y que en un futuro no lejano la historia haga justicia a su memoria.
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