Todos celebraron el jueves la captura de Hardy Gómez, el sujeto que confesó haber disparado su arma contra el joven Álvaro Escalante el pasado sábado en la localidad de Las Cruces. Elogios por aquí, reconocimientos por allá, pero ninguno se dignó en agradecer a los verdaderos protagonistas de la aprehensión del pistolero: los gendarmes argentinos que lo detuvieron cuando Gómez intentaba atravesar la frontera, sin documentos y con 24 mil dólares en el bolsillo.
El sospechoso y su novia deambularon tres días por todos lados, viajaron horas por carretera, hubo traslados en bus, pasaron varias trancas y nadie, ni un solo guardia, policía, aduanero o lo que fuera los detuvo o le pidió documentos, lo que demuestra que Bolivia es un país con las puertas abiertas frente al crimen y a cualquier otro hecho, como por ejemplo, la salida irregular del senador Pinto, que durante 22 horas viajó desde La Paz hasta Puerto Suárez sin que ningún elemento de seguridad sospechara del asunto.
Deberíamos preguntarnos en qué gastan los Ministerios de Defensa y de Gobierno el 51 por ciento del presupuesto general de la Nación. En teoría, ellos son encargados de la soberanía nacional, pero tal como se observa, el control lo tienen los maleantes.
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