Una vez más, y ya son muchas, el Gobierno nacional ha incurrido en un acto de irrespeto al “Cóndor de los Andes”. Ha otorgado el reconocimiento al nuevo presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en un acto muy acorde con la degradación a la que durante los últimos tiempos ha sido sometida la máxima condecoración que otorga el Estado boliviano para expresar su reconocimiento a personalidades que hayan brindado a Bolivia servicios sobresalientes.
Como en ocasiones anteriores, la ligereza con que se ha decidido la otorgación de tan importante medalla ha sido recibida con muestras de estupor y rechazo por quienes tienen alguna idea del valor simbólico de este tipo de condecoraciones.
No se trata, por supuesto, de poner en duda los méritos del Sr. Infantino ni de objetar el pleno derecho que tiene el presidente Evo Morales para expresar sus afectos y simpatías ni su gran afición por la actividad futbolística. Es probable que el Sr. Infantino sea muy buena persona y seguramente es muy sincero su deseo de que mejore el nivel del fútbol nacional, por lo que no hay por qué objetar que se le brinden los agasajos que los aficionados al fútbol consideren pertinentes. Pero, de ahí a hacer de ellos un asunto de Estado hay una distancia demasiado grande, que, además, trasciende nuestras fronteras y no en buenos términos.
Al no ser la primera vez que el “Cóndor de los Andes” es otorgado inadecuadamente, se debe exhortar a las autoridades a reponer en el sitial que le corresponde como la máxima expresión simbólica con que el Estado boliviano transmite su respeto y reconocimiento a personalidades que reúnan los merecimientos correspondientes, y no a otorgarlo en la forma arbitraria en la que se lo está haciendo.
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