La presidenta del Brasil, Dilma Rousseff , enfrenta con valentía un cerco judicial, parlamentario y mediático, del que le será difícil salir.
La Jefa del Estado reitera que es “un Golpe de Estado” en su contra en lo personal y de la democracia brasileña en lo institucional.
Sin embargo, los datos no parecen confirmar su tesis sino más bien lo contrario en un difícil batalla contra la corrupción en el gobernante Partido de los Trabajadores (PT). La Presidenta no puede librarse de pagar los platos sucios del PP.
La reciente detención judicial de Silvio Pereira, ex – secretario del PT por malos manejos económicos, va en esa misma dirección pues las mañas corruptas en PETROBRAS, la empresa hidrocarburífera emblemática en Brasil, no parecen tocar fondo dentro de la investigación denominada en ese país “Lava jato”, “limpia el auto”.
El problema que se ventila en particular en Brasil y en general en América Latina es que algunos gobernantes o ex gobernantes se consideran impunes porque piensan dominar a los jueces en sus países. En Brasil esa hipótesis ha sido desmentida. Sus jueces están demostrando independencia, idoneidad y capacidad. En otros países latinoamericanos la situación es diferente: sus jueces no son ni independientes ni idóneos, ni capacitados.
Según la prensa, el pasado jueves 31 de Marzo se manifestaron 150.000 personas en 25 ciudades brasileñas para apoyar a Dilma. Sin embargo, la corrupción está terminando con su Presidencia y su salida del poder parece cuestión de tiempo nada más. Su imprudente respaldo a Lula de hace muy poco le significó una derrota política inmediata pues su antecesor tiene las manos sucias con dinero mal habido de empresas constructoras.
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