A raíz de la destitución temporal de la presidente brasileña Dilma Rousseff, algunos críticos aseguran que una ola golpista está recorriendo América Latina, un continente de vieja tradición en materia de asonadas, derrocamientos y suspensiones.
Los gritos se escuchan más fuerte todavía, cuando en Venezuela se habla de revocar el mandato de Nicolás Maduro, por iniciativa del Congreso controlado por la oposición desde la derrota electoral de diciembre del año pasado. Los que se empeñan en hablar de “golpe” olvidan que tanto lo ocurrido en Brasil como lo que se impulsa en Venezuela forman parte de las reformas que llevaron adelante los propios gobernantes populistas que al momento de asumir crearon nuevas figuras jurídicas para dar la imagen de una “democracia participativa”, pero que resultó ser pura demagogia, pues en las últimas décadas no han hecho más que pisotear las leyes y la voluntad popular para asegurarse largos periodos en el poder.
Si hubo golpe en Brasil fue obra de los propios allegados al Partido de los Trabajadores, con leyes creadas por ellos mismos. En Venezuela, la oposición podría hacer con el Chavismo todo lo que este hizo con ellos al momento de ser elegidos, con las leyes creadas en su momento para atacarlos y voltearlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario