De aquí a 50 años, o tal vez más (si es que se recuperan), los venezolanos y todos los que visiten aquel país, se preguntarán cuál fue la causante del desastre que vive hoy una nación que debería estar disfrutando un esplendor parecido al de Dubai, pues su suelo alberga una de las reservas petroleras más grandes del mundo.
Venezuela no ha vivido guerras como las del Medio Oriente, tampoco periodos de escasez como las de ciertas regiones de África; no se han producido terremotos, tsunamis ni nada parecido que ayude a entender cómo es posible que los niños estén muriendo en los hospitales por falta de antibióticos y remedios esenciales.
En realidad en Venezuela falta todo, la gente hace malabares para conseguir alimentos, pero sin duda alguna la situación de la salud es de lo más dramático. Un reciente reportaje publicado en el diario The New York Times muestra la verdadera dimensión de la crisis que ha desatado la peor emergencia de salud pública “que causa la muerte de un número incalculable de venezolanos”. El reciente decreto que establece la suspensión indefinida de las garantías constitucionales no hace más que infundir en la ciudadanía el temor a un gran colapso social y humanitario.
“Las salas de los hospitales se han convertido en crisoles donde convergen las fuerzas que desangran a Venezuela. Los guantes y el jabón han desaparecido de algunos hospitales. A menudo, los medicamentos para el cáncer solo se encuentran en el mercado negro. Hay tan poca electricidad que el gobierno solo trabaja dos días a la semana para ahorrar la energía que queda”, dice uno de los párrafos introductorios del desgarrador informe, que relata lo ocurrido en el hospital de la Universidad de los Andes de la ciudad de Mérida, donde “no había suficiente agua para lavar la sangre de las mesas de operaciones”.
De acuerdo al reporte, la tasa de mortalidad entre los bebés de menos de un mes ha aumentado más de cien veces en los hospitales que dependen del Ministerio de Salud, mientras el deceso entre las nuevas madres aumentó casi cinco veces desde el 2012. Las causas de las muertes son de lo más insólitas: no había oxígeno en una ambulancia; escasean las camas; las máquinas de rayos x ya no funcionan, etc.
El diario se refiere al régimen gobernante que se benefició de la mayor bonanza económica de la historia del país, como la sombra destructiva que ha recorrido todo el territorio y que ahora se traduce en filas para poder comprar comida, saqueos a supermercados y la inflación más alta del mundo (180%). “Este es un acto criminal que no podemos aceptar en un país con tanto petróleo”, dice uno de los entrevistados, mientras que el Gobierno se empeña en desconocer la triste situación. Hace poco, el presidente Nicolás Maduro rechazó las evidencias y dijo: “Dudo que en otro lado del mundo, más allá de Cuba, exista un mejor sistema de salud que este”.
Esa misma negativa a reconocer la realidad se la puede ver en todos los gobiernos populistas que están en picada en el continente. Hoy mismo, se encuentra en Venezuela una misión internacional con el objetivo de evitar una “solución” por el desastre. Mientras tanto todos se preguntan qué nos espera a los que hemos estado viendo al modelo venezolano como el ideal a imitar.
En Venezuela la tasa de mortalidad entre los bebés de menos de un mes ha aumentado más de cien veces en los hospitales que dependen del Ministerio de Salud, mientras el deceso entre las nuevas madres aumentó casi cinco veces desde el 2012. Las causas de las muertes son de lo más insólitas: no había oxígeno en una ambulancia; escasean las camas; las máquinas de rayos x ya no funcionan, etc
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