“Insulza es mi amigo”, fue la respuesta que dio el presidente Morales al conocer que el exsecretario general de la OEA será el nuevo conductor de la estrategia chilena frente a la demanda marítima presentada por Bolivia ante los tribunales de La Haya.
El primer mandatario tiene razón y se refiere a todo el alcahueterío que ejerció el organismo internacional respecto a los atropellos a la democracia y los derechos humanos que han cometido los gobiernos pertenecientes al Socialismo del Siglo XXI y otros parientes cercanos. Pero inmediatamente asumió su nuevo papel, Insulza desconoció que alguna vez haya hablado de soberanía en las propuestas que hizo cuando estaba el mando de la OEA y dijo “basta de tonterías”, cuando el vicepresidente García Linera trató de recordarle el tema.
Es más, la primera decisión de Insulza ha sido rechazar el diálogo propuesto por el gobierno boliviano y poner condiciones a una visita al país, lo que equivale a decir que no.
Eso deja claro que en política no existe la amistad y que las circunstancias y sobre todo, la crisis, puede ahuyentar a los compadres. Lo que más preocupa en Bolivia es que argentinos y brasileños sigan portándose como amigos a la hora de renegociar los contratos de gas.
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