ESTADO EN DECADENCIA
La justicia nunca fue el fuerte de Bolivia. Siempre se ha considerado un
derecho reservado para los ricos e
influyentes y, a la gente de la calle, solo le queda rezar para caer en manos
de alguno de los jueces probos, para quienes la administración de justicia es
una vocación y la rectitud, es su línea de conducta. La palabra justicia, tiene una connotación
sublime y su sola mención debería imponer respeto. Porque justicia es sinónimo de moral, ética, integridad. Pero
estos conceptos, han llegado a la degradación más baja en la Bolivia de hoy.
Cuando el gobierno de Evo Morales tuvo la peregrina idea de llevar los
nombramientos de los administradores de justicia camuflados en una votación
popular, fue por una muy perversa motivación, seguramente la peor de todas las
maniobras de sometimiento de los poderes del estado al servicio de su
administración. Nadie ha olvidado que las ternas fueron elaboradas por el MAS,
revisadas por el MAS y donde el principal requisito fue, por supuesto, ser
incondicional al MAS.
Un poder judicial armado obviando lo más elemental como es una selección
basada en la meritocracia e idoneidad profesional, sumado a la prohibición de ser conocidos por
la gente obligando a ir a ciegas a la emisión del voto, lograron que ese
nefasto 16 de octubre de 2011, se diera inicio al más turbio período de nuestra
justicia que perdurará, tristemente, en la memoria de nuestro país. Pese a que
los votos nulos y blancos, arrasaron a los votos válidos y los magros porcentajes
con los que se acreditaron, no lograron despertar un mínimo de dignidad en los
postulantes, menos aún una reflexión de los que tenían en su manos rectificar y
anular el malhadado proceso.
Se está visualizando con crudeza el
estado de nuestra justicia. Los fariseos se rasgan las vestiduras y no tienen
ni el pudor de hacer un mea culpa. Si no fuera patética y extrema la situación,
causaría gracia oír a los jerarcas confesando que "la justicia les da
náuseas". Porque todos ellos olvidan, el beneplácito que les causa el
monolítico accionar de fiscales y abogados bajo planilla, cuando sus servicios -no solo son aceptados sino exigidos - y son abundantemente
recompensados.
Es que cuando se hicieron las cosas para su bien mayor, que era meter en
cintura a todo aquél que desnudara el mínimo signo de debilidad en el gobierno,
es la causa de que en estos momentos estemos ante el más patente e inexcusable
deterioro. La utilización de las personas, sacando ventaja de sus necesidades y
falta de mejores opciones, es el principio del fin de la cualidad de un Estado
viable. Y basta un par de manzanas podridas, para descomponer todas y cada una
de las capas -en este caso-de la sociedad.
La Policía Nacional, lamentablemente, no está exenta de la extrema
descomposición. Se ha visto envuelta en situaciones escandalosas, donde la
insubordinación en actividades non sanctas, -algunas de ellas, lo más extremo
de la persecución política- ha mellado también su débil estructura. Muchos
oficiales a los que lastima y ofende ser utilizados, son cuestionados por ser parte
de una de las tantas instituciones con las que se ha hecho tanto daño y tenga a
la ciudadanía, en la más absoluta indefensión.
Como queriendo dar una solución a la extendida extorsión, surge la más
simplista y vergonzosa de las supuestas soluciones: vigilancia al interior de
los juzgados instalando cámaras en cada despacho de jueces y fiscales y
desplazando además, policías camuflados de civil cuya misión es fisgonear y
mimetizarse entre litigantes y administradores.
Depender de un adminículo tecnológico, no para dar fin sino para
"pescar" a uno que otro corrupto, demuestra lo mal que vamos. El
deterioro es tal, que ya casi se necesitan cámaras en cada aula escolar, en
cada hogar, con el fin de frenar el maltrato de mujeres y niños. Parece que
estamos llegando al límite de lo amoral.
Estamos perdiendo la capacidad racional de poder diferenciar entre el bien y el
mal. Todo está permitido y la sociedad boliviana, como nunca antes, está reviviendo
los albores de la civilización cuando la ley de la selva era la única que regía
el relacionamiento humano.
No se puede concebir que se renuncie a la equidad, a principios morales
básicos y a valores intrínsecos de honradez y rectitud. Toda esta última
década, hemos sido arrastrados hacia la confrontación constante infligiendo el
mayor daño posible a todos y cada unos de los estratos de la sociedad. Qué
estará pasando por la mente de aquellos abogados cuya profesionalización está
comprometida con conceptos como apego a las leyes y a la noble y correcta aplicación
de la justicia. Les debe resultar intolerable que el poder político esté por
encima de las leyes. De toda la
decadencia institucional que tenemos que afrontar, la de la justicia es con seguridad,
la más sensible. Atañe a la vida misma de las personas. Y un desliz, puede
significar la diferencia entre la libertad y el encierro, entre la vida y la
muerte y entre la iniquidad y la ley.
Karen Arauz
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