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lunes, 20 de febrero de 2017

Agustín Echalar demanda sobriedad ante el desastre de casas enterradas con el derrumbe de los cerros. no culpar directamente al Alcalde, aún cuando Laja concedió permisos para construir en sitios inestables...llama Agustín Echalar a la solidaridad de los paceños y ser prudentes con la construcción de casas.

El desastre de Auquisamaña inspira, en primera instancia, una gran compasión hacia las víctimas. Perderlo todo de un momento a otro y no sólo los bienes materiales de valor, sino los recuerdos, las cartas, tal vez las fotografías, es algo que conmueve a cualquiera. Lo bueno es que no se ha tenido que lamentar la pérdida de ninguna vida.
 
 Es obvio que ayudar a las víctimas es algo que debe nacer en el corazón de todos los paceños, precisamente porque lo que ha sucedido es algo inherente a  esta ciudad construida en un valle de greda y ríos subterráneos. Sin embargo, también este terrible evento tiene que servirnos de lección y eso sólo será si se entiende la situación en su justa dimensión.
 
 Como sucede en estos tiempos de rudeza política, hay quienes están queriendo sacar rédito político de esta desgracia. Específicamente sectores del partido de gobierno, que apuntan a culpabilizar al alcalde Revilla. Éste, a su vez,  ha hecho declaraciones bastante claras: dijo que  sobrevolaron el espacio con un dron y que en las alturas no hay ni un camino, ni movimiento de tierras alguno. Dijo que más abajo esa situación sí existe y que se trata de una urbanización ilegal, que eventualmente tiene permisos de Palca.
 
Desde mi ventana puedo tener una perspectiva completa del cerro de Auquisamaña y, sin necesidad de un dron,  puedo decir que lo que dijo el alcalde Revilla es verdad: ahí arriba no hay nada.
 
El problema es que algo que nuestros antepasados sabían de memoria, información que les era transmitida posiblemente por la comadrona,  en algún momento se perdió. Los cerros de greda son inestables, se derrumban constantemente. Hay  puntos donde esto sucede con más frecuencia y otros donde pasa con menos frecuencia, pero un paceño de pura cepa sabía  (y sabe)  que no debía afincarse junto a una mole de greda. 
 
 Aparte de este capital social de haber nacido en un valle inestable, está también el sentido común. Hasta tenemos enseñanzas bíblicas, aunque la metáfora de las casas se refería a la construcción de la fe. Jesús, para explicar este fenómeno, utilizó el ejemplo de quien construyó sobre la arena, quien construyó junto al mar y quien construyó sobre la roca: los dos primero perdieron sus casas, sólo la casa construida sobre roca permaneció.
 
Es indudable que hay una responsabilidad edil en el hecho de haber aceptado una urbanización al pie de esa mole de greda, pero los ciudadanos no pueden aducir desconocimiento de hechos elementales. Es peligrosísimo construir junto a un cerro de material tan inestable,  porque éste, tarde o temprano, podría venirse abajo. Los pobres en La Paz, necesitados con cara de herejes, han contravenido normas y construido en las laderas más arriesgadas. El caso que nos toca tiene una característica diferente, porque es un barrio de clase media, es más, hay casas que valen por sobre el cuarto de millón de dólares (eso sí, siempre y cuando estén a sensata distancia de esos montones de greda bellamente erosionada por el agua desde siempre).
 
La lección es durísima, sobre todo para los afectados, pero debe serlo para todos los paceños: no se debe subestimar los peligros de la naturaleza. La Paz no es una ciudad maravillosa; es una ciudad difícil, muy difícil, empezando por su topografía.

Agustín Echalar Ascarrunz es operador de turismo.

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