Las cartas para una contienda política decisiva están echadas: el presidente Evo Morales no está dispuesto a obedecer el mandato del 21 de febrero y en el aniversario de esa fecha puede comenzar un camino sin retorno. Todos los indicios hasta ahora disponibles señalan que cualquiera que sea la modalidad que el gobierno escoja, la ciudadanía que hace un año detuvo su empeño por una re3 (re-re-reelección), reafirmará su decisión y esta vez más convencida de la corrección de su voto.
Son grandes los obstáculos que el presidente y su partido tendrán que sortear. A diferencia de hace un año, la oposición se ha visto tonificada con la victoria sobre la re3. Su ánimo es mayor porque cree que los vientos históricos ahora soplan a su favor. Antes de perder el referéndum, Evo Morales lucía como un coloso. Ahora se lo ve con su caudal popular disminuido y envuelto en una tendencia que luce irreversible al haber acabado la temporada de las vacas gordas que un tiempo le permitió gastar a manos llenas y cubrir demandas de sus partidarios. También animadas por la victoria del No, las fuerzas opositoras aceleran su reorganización y se preparan para la gran batalla contra la re3.
Conducido por su líder fundador Jaime Paz, el MIR está cerca de recuperar la personería jurídica que perdió hace algunos años y con la identidad complementaria de Comunidad Política Ciudadana se dispone a reunir más de 100.000 firmas requeridas por la legislación electoral para su rehabilitación como organización política. Lograr ese número de firmas en un período relativamente breve puede colocar a ese partido dentro de la vanguardia anti re3.
Sectores que participaron de manera activa en la conformación del bloque cívico opuesto a la re3 están en el mismo empeño movilizador que exhibe un dinamismo curioso: gana ímpetu al hacerse más ostensible el esfuerzo del gobierno al colocar la re3 como su primera prioridad. Es una retroalimentación continua. Por otro lado, también aumenta el esfuerzo del gobierno para asegurarse que su empeño no será en vano.
En este marco el martes 21 de febrero luce como un punto de partida fundamental en el calendario político boliviano. Si es lo que los primeros escarceos propagandísticos señalan, plazas y lugares públicos de gran parte del país serán escenario de concentraciones a favor y contra de la re3. En busca de apuntalar la re3 y desacreditar la derrota del año pasado trabajan en una sola estrategia todas las reparticiones del Estado en un despliegue pocas veces visto en el país.
El gobierno atribuye la derrota de hace un año “al cartel de la mentira” (para muchos otros “la mentira del cartel”) y que un puñado de medios (Página Siete, El Deber y Agencia de Noticias Fides) maquinó su ruina electoral. Resulta interesante notar los parecidos de los juicios sobre la prensa bajo el gobierno actual de Estados Unidos y el de Bolivia. Ambos atribuyen sus dificultades mayores a medios informativos.
Hace algunas semanas circuló una película financiada por el gobierno a través de un productor argentino que endosa esa tesis. Para formarse un juicio equilibrado, sugiero ver la respuesta de Carlos Valverde que circula en la red desde hace pocos días. La respuesta de Valverde, refugiado en Argentina desde el año pasado, subraya que el caso sigue abierto y que el punto mayor -tráfico de influencias- continúa descubierto con todas sus implicaciones. La crónica reabre las interrogantes que han rondado la cabeza de un gran número de bolivianos sobre la forma de gobernar y sobre la utilización de recursos públicos para una causa política y el comportamiento de los gobernantes actuales.
El escenario para la contienda anti y pro re3 está nublado en casi todos los frentes. En la economía, no hay signos de mejoría del sector petrolero, ahora con un tercio de los ingresos que tuvo hace tres años, y la minería está lejos de la exuberancia de un pasado no tan distante. Las señales de malos tiempos tuvieron estos días nuevas expresiones: el aumento lineal de impuestos para las importaciones de la línea blanca (refrigeradores, lavadoras, hornos de micro-ondas) aleja para muchos la posibilidad de adquirir esos productos, y el sector bancario, uno de los que mejor relación ha tenido con el gobierno, está disconforme, a causa de un impuesto que grava sus robustas utilidades. Está claro que la quimera de la abundancia se disipó.
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