Las elecciones dominicales se produjeron con un abuso de poder jamás visto en Venezuela. El gobierno virtualmente echó la casa por la ventana. Hasta hace un mes su derrota parecía inevitable debido a la brutal escasez de artículos de primera necesidad. Maduro revirtió la tendencia autorizando saqueos de comercios y rebajando drásticamente los precios de electrodomésticos.
Se apoderó virtualmente de todos los medios de comunicación del país y lanzó una campaña propagandística colosal mostrándose como víctima de una “guerra económica” propiciada por el “imperialismo y la burguesía parasitaria”.
Los resultados demostraron que tuvo relativo éxito porque de otra manera es inexplicable cómo miles de votantes le dieron su respaldo a los candidatos oficialistas, siendo así que a diario deben hacer colas desde la madrugada para conseguir un litro de leche o aceite o un kilo de harina pan, azúcar, café, arroz. Todo esto en medio de una inseguridad brutal que ha causado la muerte este año de casi 125.000 venezolanos.
El gobierno, castigado por la inflación, también debió emitir dinero sin respaldo lo que ha llevado el bolívar de un cambio oficial de 6.30 por dólar a casi 10 veces más ese valor en el mercado paralelo. Por ley, en Venezuela está absolutamente prohibido hacer mención a este tipo de cambio.
Difícil saber, por ahora, cuál el camino que tomará la oposición. Pero la pregunta más importante es: ¿Cómo resolverá Maduro la crisis económica que se acentuará desde enero? Los economistas creen que, “envalentonado por su gran victoria” Maduro, devaluará el bolívar. Gravísimo. Amanecerá y veremos.
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