El socialismo suele embelesar a la gente con sus utopías: la igualdad, vivir bien, justicia social, sociedad sin clases, sin pobres y sin excluidos. Quién puede estar en contra de esos grandes valores que siempre han generado consenso entre las distintas corrientes filosóficas, ideológicas y políticas y que alborotan a las masas con el grito de “revolución”.
El problema es que los socialistas jamás han sido eficientes a la hora de hacer realidad esas hermosas utopías y lo más triste es que a la hora de tirar la toalla, dejan la realidad peor de lo que estaba. En Argentina, por ejemplo, la populista Cristina Fernández ya está con el pie en el estribo luego de la derrota sufrida en las elecciones legislativas, que la han obligado a desistir de una nueva postulación. ¿Cuál es el saldo que deja esta dama socialista muy apegada a las prendas Gucci y Armani? Apagones, trenes en mal estado, inflación y crisis energética, situación muy parecida a la de Venezuela, donde al parecer el socialismo tiene para rato en su construcción de utopías.
En Bolivia no es la primera vez que tenemos un gobierno de izquierda. Entre 1982 y 1985 la UDP estuvo al mano de las utopías nacionales y nadie puede olvidar la realidad que nos dejó y que tuvieron que arreglar los “asquerosos neoliberales”.
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