Hay delitos que no se pueden combatir de manera puntual. Los linchamientos, por ejemplo, suman y siguen porque hay todo un contexto político y social que los favorece, a nombre de una falsa reivindicación cultural de la “justicia comunitaria”. Lo mismo pasa con la toma de tierras, la invasión de minas y el contrabando.
También hay otros delitos muy graves que siguen aumentando, a pesar de que se han dictado leyes específicas. Uno de ellos es la trata de personas, problema que según los datos de la Policía y la Defensoría del Pueblo, se ha incrementado en un 40 por ciento entre 2011 y 2013, insistimos, pese a las nuevas normas, a las campañas y a todos los esfuerzos que se puedan hacer desde el punto de vista institucional.
Sin embargo, la actividad delictiva, que es un negocio como cualquier otro, siempre encuentra sus formas para expandirse y diversificarse. Y así como hay trata de personas, también florecen los secuestros, los ajustes de cuentas, los esquemas financieros ilegales (moto-préstamos), los asaltos en las carreteras y la prostitución. Como verá, todo esto tiene detrás de sí un solo nombre y se llama mafia del narcotráfico, tipo de organización que según el Gobierno no existe en Bolivia.
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