Sin signos de apaciguamiento, Donald Trump está en su tercera semana con el timón de EEUU y crecen las especulaciones sobre el escenario de su próxima ronda. Ninguno de los capítulos abiertos estos días está cerrado, pero son componentes de un piso sobre el cual el nuevo dirigente pretende que el mundo camine. Es una arquitectura caótica cuyo destino es un signo de interrogación enorme incluso para los norteamericanos.
Vía México, tocó de frente al hemisferio al decidir continuar la construcción del muro sobre la frontera. La embestida apenas empieza. A la vuelta de la esquina están negociaciones sobre el tratado de libre comercio que incluye a Canadá, en un supuesto banquete en el que Trump asegura que a EEUU le ha tocado la carne más flaca, mientras que sus vecinos recibieron filet mignon. La visión oculta los beneficios recibidos por los consumidores norteamericanos.
En la secuencia de remezones, los más afectados son, por ahora, los refugiados y los países a cuyos ciudadanos les fueron suspendidas las visas, inclusive a quienes ya tenían residencia, a cientos que estaban en pleno viaje y a muchos ya en aeropuertos. Era curioso que entre esas naciones no figurasen aquellas de donde partieron los que destruyeron las Torres Gemelas, Egipto y Arabia Saudita. Era más significativo que esas naciones albergasen millonarias inversiones de organizaciones Trump, lo que para muchos analistas exponía intereses conflictivos.
La fiscal Sally Yates desafió la orden antirrefugiados y antiinmigrantes del magnate presidente, por muchos vista como antiislámica, y dispuso que su despacho no colaborase con su implementación. La firmeza de la fiscal, encomiada como muestra de integridad, tuvo una respuesta inmediata. Trump la echó. En otras latitudes, donde la justicia se ahoga en perversiones y languidece, el comportamiento de la fiscal emergió como un rayo esperanzador al mostrar que hay personas que se juegan por su conciencia y resisten al poder. Las tensiones crecieron cuando Trump colgó el teléfono al primer ministro australiano Malcolm Turnbull, que le reclamaba un compromiso para recibir a 1.250 refugiados instalados en campos de detención australianos.
Los sacudones han llegado a un área muy sensible: ecología y medioambiente. Una de las órdenes de Trump dispuso ejecutar las obras de un gasoducto que atraviesa áreas indígenas y ha desencadenado protestas por toda la frontera norte. Decenas de manifestantes, en su mayoría nativos, han sido arrestados y nada indicaba que la tensión fuese a disminuir.
En este marco, muchos arquearon las cejas cuando el jueves oyeron al mandatario reconocer que había problemas en el mundo. “El mundo está en problemas, pero vamos a resolverlos. ¿OK? Es lo que yo hago. Resolver problemas”
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