España tuvo que repetir el domingo las elecciones generales, después de seis meses de intentos fallidos por conformar una coalición que le permita al Partido Popular (PP) gobernar con cierta holgura. Durante todo este tiempo, los populistas de Podemos se portaron como las vedettes de la política, pues en los anteriores comicios se posicionaron como la segunda fuerza electoral.
Se negaron a pactar, rechazaron cualquier intento de formar una administración coherente y se portaron con tanta soberbia, que obligaron al sistema político a repetir la votación. El resultado no pudo ser más adverso para los amigos de Chávez y Maduro, pues el electorado no solo le dio más peso al derechista PP, sino que el tradicional Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que había quedado en tercer lugar en diciembre, recuperó su calidad de segunda fuerza.
Las siglas de izquierda, Podemos y Ciudadanos, redujeron peso en el parlamento y los expone a un debilitamiento prematuro.Este desgaste sufrido por ambas opciones resulta inédito y nada usual en Europa; se trata del traspié de unos aventureros a los que les iría mejor en América Latina, donde las estrategias envolventes todavía estén en plena vigencia.
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