Crónica
de una traición
Susana Seleme Antelo
El Día. Santa Cruz de
la Sierra. 22.VI.17
“La estrategia política del Presidente se tenía que
financiar de
alguna forma y
eligieron la prebenda disfrazada de obras. Para
lograrlo,
necesitaban mecanismos de control directo, sin filtros
ni fiscalización, sin burocracia que los trabe ni transparencia
que los
cuestione.” .” Oscar Ortiz Antelo. Senador por Santa Cruz
De eso trata “Crónica
de una traición. Investigación del Fondo Indígena”, el último libro del senador
cruceño de Unidad Demócrata.
No se trata de un caso de corrupción común y
corriente, sostiene el autor, en la primera parte del
libro, “Desentrañando el financiamiento de una estrategia política”. Y afirma que ese “modus operandi” con
recursos de fuentes de financiamiento discrecionales, no fue una excepción, fue la regla.
Fue, además, una
traición a la confianza que los
indígenas depositaron en un proyecto que,
desde una
visión oportunista “enarboló la bandera
indígena y que lejos de fortalecer sus estructuras, las ha debilitado
dividiéndolas, utilizándolas e instrumentalizándolas”. El autor sostiene que el sector más vulnerable de la
sociedad boliviana, el indígena, fue víctima de la manipulación conceptual,
normativa y administrativa en el uso de los recursos del Fondo Indígena, afectando su
reivindicación más sensible: que logre
su libertad a través del desarrollo.
El régimen usó los recursos
provenientes del IDH, aprobado en 2005
por otro cruceño, Hormando Vaca Díez, solo cuando fue necesario, en 2010, para suplir
la suspensión de fondos que enviaba Hugo Chávez (+)desde Venezuela.
Ortiz aclara que el concepto indígena-originario-campesino
es teórico, pues en la práctica, son
sectores diferentes con intereses distintos. Señala que “las agendas de campesinos, en especial colonizadores, no
necesariamente son las mismas que las de las comunidades indígenas. El esquema
de los llamados “movimientos sociales” es corporativo y ha degenerado en una cultura prebendal que no
favorece los intereses de los indígenas;
que no genera control e
institucionalidad a la hora de invertir los recursos públicos y, por el
contrario, genera un espacio vacío en el que puede ocurrir prácticamente
cualquier cosa y con amplia impunidad”. Así
sucedió, como se constata por los copiosos datos presentados en el libro.
Describe,
además, el
íntimo vínculo de delitos de corrupción entre la estrategia de financiamiento político vía el
Fondo Indígena, los movimientos
sociales calificados como construcción política de una estructura de poder, y
el programa “Bolivia cambia Evo cumple”.
El libro incluye un pertinente contexto histórico, desde el uso de la categoría
indígena en la Colonia. Para una mayor comprensión de la situación actual, el
autor habla de la hiperinflación que vivió Bolivia en 1985 y el despido de casi
40.000 mineros. Ubica en esa crisis los movimientos migratorios de sectores andinos
hacia el centro del país. Su incursión en el escenario político nacional surge desde
demandas étnico-territoriales y de inclusión política. En ese contexto se
visibiliza a Evo Morales, migrante de las minas, que se convierte en violento
sindicalista en defensa de la hoja de coca, en Chapare, devenido en líder de
los cocaleros y su presidente desde hace casi 20 años.
La segunda parte del libro es la radiografía del funcionamiento del Fondo
Indígena: quiénes formaban parte de su estructura orgánica, sus tareas, la
composición de su directorio, el
análisis de los proyectos y cómo se gestionaron los fondos. “Entre Septiembre de 2010 y Diciembre de
2014, un total de 1100 proyectos recibió
financiamiento del Fondo, por los cuales el Estado desembolsó cerca de 730 millones de bolivianos”, apunta
Ortiz. Se hizo con anuencia del
presidente, cuatro de sus principales ministros y dirigentes indígenas.
El autor encuentra relación entre la coyuntura política y
las erogaciones que hacía el Fondo: el gasolinazo, 2010; la crisis del TIPNIS y
la represión en Chaparina, agosto-septiembre 2011; la elección de magistrados, octubre
2011, y las elecciones generales en 2014. Es decir, el uso de recursos con fines políticos y electorales para comprar
aliados. No se hizo mayor daño económico al Estado, subraya Ortiz, por ineficiencia de gestión: la ineptocracia
en acción.
El autor cita a
las personas que recibieron millones de Bs. en una sola transferencia y en cuentas particulares. Y detalla la inequidad territorial en el
desembolso de recursos, pues La Paz concentró cerca al 48% del total. También
menciona a “las trillizas preferidas”: la Confederación Sindical de Comunidades
Interculturales de Bolivia (CSCIB), la Confederación Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTSCB) y la Confederación Nacional de
Mujeres Campesinas, Indígenas, Originarias de Bolivia “Bartolina Sisa”
(CNMCIOB-BS). Eran Juez y Parte.
La tercera sección del libro contiene
los argumentos “Para el juicio de la historia”.
La tapa del libro lo dice todo: una pintura de Evo
Morales pidiendo silencio para que nada se sepa. Pero se sabe, gracias a los trabajos
de investigación y denuncia que hace, entre otros, Oscar Ortiz, quien confirma ser parte de una masa crítica en la oposición
parlamentaria, que deja constancia documentada del asalto a los dineros de la
sociedad boliviana. Es una fiscalización como defensa valiente y tenaz de la
democracia y el Estado de Derecho.
“Crónica de una traición” debe
formar parte de la nueva bibliografía política sobre el régimen de Evo Morales
y compañía para que no queden impunes.
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