Aunque me falta acabar de leerlo, el último libro del connotado investigador, escritor y periodista italiano Roberto Saviano titulado “Cero, Cero, Cero” (Anagrama Editores, Barcelona, 2014) donde describe cómo la cocaína gobierna el mundo apoderándose de los Estados convirtiéndose en actora de las finanzas internacionales, no deja indiferente nadie, pues muestra detalladamente cómo los carteles de la cocaína se vuelven hasta más poderosos que los Estados, comprando a sus policías, jueces, fiscales y otros de sus funcionarios, encargados, precisamente de combatirlos, construyendo empresas transnacionales que no sólo exportan drogas prohibidas, sino criminalidad y violencia. Este napolitano, ya famoso por su libro “Gomorra” (2006) sobre la camorra italiana, que le valió vivir en la clandestinidad, nos desafía oír el ruido ensordecedor que corre bajo nuestras ciudades, un río que nace en Sudamérica y se ramifica hacia todas partes…
De ahí que, de ser evidente lo declarado por el flamante ministro de gobierno boliviano, sobre los nexos criminales del mismísimo ex Comandante General de la Policía Boliviana con emisarios del Cartel mexicano de Sinaloa (dicen que el hijo del chapo Guzmán estuvo en Bolivia haciendo bussines) así como lo ya comprobado, aunque en otra jurisdicción, sobre los delitos del ex zar antidrogas boliviano –el condenado Cnl. Sanabria- y otros similares hechos descubiertos, me temo sin pecar de alarmista, que la situación da por lo menos, para preocuparse.
Hace semanas atrás había escrito sobre el riesgo de Bolivia ante el crimen organizado, con base al informe Mc Dermott: “El desafío de Evo: Bolivia el epicentro de la droga”. Esta vez, las evidencias vienen desde el propio gobierno, superando espero, aquel error de anteriores ministros de gobierno, que aplicaron la política del avestruz al respecto.
Aunque todo indica que –como ya es costumbre- las investigaciones en curso se orientarán hacia los fusibles evitando incomodar al stablishment con mayor poder, cuando la Fiscalía actuando a la velocidad de la luz le ha faltado poco para declarar sin juicio previo la inocencia de los altos cargos que resultaron embarrados por las declaraciones de los caídos en desgracia, me interesa alertar nuevamente sobre los riesgos que nuestro país y sociedad enfrentarían de avanzar en esa peligrosísima ruta hacia el despeñadero. Este dato extraído del libro lo explica: si hubieras invertido 1.000 euros en acciones de Apple en 2012, ahora tendrías 1670. Si hubieras invertido lo mismo en cocaína en ese momento, ahora tendrías 182.000: cien veces más que invirtiendo en el título bursátil record de aquél año.
Propongo entonces, no sólo compararnos, por ejemplo, con el Festival de Viña del Mar para lo que sucede más allá de nuestras fronteras, sino también –mutatis mutandis- con lo que acaece en México, desangrado por la aparente ausencia de estado y el poder creciente de los cárteles que guerrean impunemente por sus territorios y mercados, con una larga secuela de víctimas y desastre humanitario. Más allá de discursos patrioteros, cabrá parar la oreja del estado, del gobierno que lo administra y sobre todo de la sociedad, para que huyendo de alianzas circunstanciales que sirven para cuestiones inmediatas incluyendo las de conservar el poder a toda costa, se empiece tomando conciencia del riesgo que nos acecha de terminar convertidos en un narco-estado: “países cuyas instituciones políticas están influenciadas de manera importante por el narcotráfico, y cuyos dirigentes desempeñan simultáneamente cargos como funcionarios gubernamentales y miembros de las redes del tráfico de drogas narcóticas ilegales, amparados por sus potestades legales”. Es que: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”, Miles Davis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario