Las cooperativas mineras del país lograron hacer retroceder la intención del Gobierno de autorizar la sindicalización de los trabajadores asalariados de estas empresas privadas. Con el anuncio de bloqueos de carreteras, la Federación de Cooperativas Mineras (Fencomin) consiguió el objetivo, pues obligó a que el vicepresidente, Álvaro García Linera, anuncie que el Gobierno había desistido de autorizar esa sindicalización.
Este desenlace va en contra de disposiciones contenidas en la Constitución Política del Estado, la Ley del Trabajo, además de la Organización Internacional del Trabajo, la Declaración de Filadelfia y la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos. La objeción de los dirigentes de Fencomin parte de afirmar que las cooperativas, aunque son empresas privadas pertenecientes a numerosos socios, son de trabajadores. Es lo que ocurre, más o menos, a todas las empresas del mundo, que son de algunos propietarios que, al crecer, necesitan contratar trabajadores, los que, según las leyes, tienen derecho a sindicalizarse.
El hecho es que las cooperativas mineras tienen empleados asalariados. Las leyes otorgan a todos los trabajadores del país, y de todo el mundo, menos en los países socialistas, la opción a sindicalizarse para defender sus derechos ante la parte patronal. Las luchas del sindicalismo mundial por lograr ese objetivo son épicas, como la que libraron los trabajadores de Chicago para conseguir el derecho a las ocho horas de trabajo encabezados por los anarquistas Sacco y Vanzetti, a principios del siglo pasado. La lucha de los trabajadores bolivianos no fue menor. Al crearse en 1943 la Federación de Mineros y en 1952 la Central Obrera Boliviana, se marcó el surgimiento de un movimiento sindical bien organizado. La Federación de Mineros ha tenido varias diferencias con Fencomin, debido a que las cooperativas logran de los gobiernos una serie de ventajas, como el haber conseguido que Huanuni contrate a 4.000 cooperativistas en 2006, poniendo en riesgo la empresa.
Los trabajadores asalariados de las cooperativas mineras suman miles. Aparte de los que trabajan en las cooperativas de occidente, están los contratados por las cooperativas auríferas, en los ríos amazónicos. Las condiciones de trabajo de esos asalariados no son las mejores. Ni siquiera tienen el derecho, al no estar organizados en un sindicato, a pedir que se apliquen los beneficios de los incrementos salariales y el doble aguinaldo. Quizá corresponda que la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb) proteja a estos trabajadores que ahora, por exigencia de Fencomin, no tienen derecho a la sindicalización
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