Doña Cristina Fernández estará presente en Quito, para lo que tuvo que hacerse un tiempito en los juicios que tiene en Argentina por el festín de corrupción de ella y su marido, mientras se siguen descubriendo tropelías cometidas por sus seguidores, incluso en el manejo de las estadísticas. Será la estrella principal del espectáculo. La diva.
Maduro, si pudiera llegar a Quito, tendría a su cargo el discurso central, que seguramente sea un balance del desastre provocado en su país por aquel Trump mulato llamado Hugo Chávez, un charlatán más loco que el rubio de Nueva York.
Difícil imaginar lo que vaya a decir el sucesor del charlatán en nombre de todos los gobiernos del desastre populista. Cómo será el balance, en este caso. Hablará de la tasa de retorno de los negociados, de cómo aumenta el porcentaje de las comisiones conforme se aproxima el derrumbe, por aquello de que todos tienen que tomar previsiones en vísperas de soltar la mamadera.
Y llegará a Quito un representante del cocalero boliviano, cuyo gobierno ha sido definido como el segundo más corrupto del mundo, después del venezolano, por el Foro Económico Mundial. Podrá decir que los cultivos de coca decrecieron, apoyándose en las cifras de sus amigos de la ONU y de la Unión Europea, o aumentaron, según las cifras del impero.
Todos hablarán de cómo bajó el índice de pobreza de sus allegados y subió el índice de enriquecimiento de todos ellos. Es probable que en los pasillos intercambien ideas sobre modos de ocultar las riquezas. Los K de Argentina descubrieron que los conventos son buenos lugares. Hay que conquistar al Espíritu Santo.
En fin, será la reunión de los socios de Alí Babá, en el ALBA.
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