Nomás al llegar a Cochabamba del aeropuerto al hotel, se detuvo el vehículo sobre la Mayor Rocha esquina Baptista, a las puertas casi de un templo cristiano donde el colectivo ha ido armando en el marco de un árbol allí plantado un altar popular con varias fotos de Christian Urresti, velas ardiendo y otras ya consumidas y diversas placas recordatorias, “héroe de la cochabambinidad... mártir por la democracia”...etc. Quién mantiene este sitio tan lleno de flores? Y la respuesta: “al principio los familiares, los cc. de estudio, los amigos, ahora son los vecinos que día y noche por turno vigilan que ninguno destruya nada” y es que al principio se intentó borrar el testimonio de un pueblo agradecido a un joven estudiante que sin cumplir los 18, se ofrendó el 11 de enero de 2007 ante las turbas sedientas de sangre y de venganza que habían sido convocadas por dirigentes masistas para “derrocar al Prefecto Reyes Villa”.
La historia es de todos conocida, refrendada por testigos que han logrado identificar a los autores del crimen en el escenario de choques violentos entre “los invasores de la ciudad y sus defensores”. El joven Urresti un estudiante simpático y sociable, fácil de hacer amigos, noble y entusiasta con sus cc., que le tenían gran estima fue linchado por la turba enfurecida que le dió caza según los vecinos, golpeado ferozmente hasta perder el conocimiento, atado a un cinturón y arrastrado hasta el árbol hoy convertido en altas y colgado del mismo, dentro de los incidentes de la semana negra de enero del 2007 en Cochabamba. Los detalles son muchos, horripilantes, inadmisibles, y provienen de personas honorables como profesores universitarios, amas de casa, vecinos que coinciden plenamente en la crueldad con que maltrataron a la víctima.
Fueron largos días de un enero que Cochabamba jamás olvidará porque la ciudad fue sitiada y sufrió el acoso de miles de regantes, de gremiales (grupos siempre a disposición del que quiere pagar) y de cocaleros que llegaron aleccionados por personajes que entonces eran dirigentes y que semanas después del crimen, fueron premiados con cargos en ministerios del Gobierno del MAS. Les distribuyeron víveres por quintales, de los que estaban destinados a las víctimas de catástrofes naturales, como felizmente pudo documentar la prensa local que al publicarlos causó un terremoto en el Gabinete que se apresuró a entregar un chivo expiatorio al que culpó del fallo con los alimentos, lo hizo renunciar del cargo que ocupaba y le recompensó por debajo siempre que guardara silencio sobre lo ocurrido.
El médico que permaneció con Christian hasta el fin y trató de salvarle la vida sin lograrlo está ausente de Bolivia, aunque ha dejado testimonios invalorables hoy en manos de los cinco fiscales que investigan los sucesos del 11 de enero, en un juicio que marcha lentamente, pero que concluirá un día pues es sabido que “la justicia tarda, pero llega”.
Christian amigo de mis nietas y sobrinas que honraron su memoria dándole su nombre y apellidos a la promoción del Anglo Americano 2007 del que habría egresado bachiller en noviembre pasado, era toda una promesa para sus padres, sus amigos, la comunidad local y boliviana por su nobleza, generosidad, por su don de gentes. Si se confía en las Leyes de la República y en la Justicia se puede esperar que caiga con todo su peso sobre los culpables, autores intelectuales y materiales de un crimen que horrorizó al mundo civilizado e hirió de muerte el alma cochabambina.
Autor: Mauricio Aira (En la imagen mis nietas y sobrinas junto a Christian y otros cc. del Anglo Americano en julio del 2005)
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