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martes, 4 de agosto de 2009

ciertamente que la actitud de lula para con evo sorprende y sale del tacto de itamaratí tradicionalmente táctico y prudente


Sergio P. Luís

Consecuencia y simulación

La verdad es que cansa el insistente e interesado retintín de que el gobierno brasileño de Inácio “Lula” da Silva es ejemplo de prudencia, respeto, seriedad, consecuencia y pragmatismo responsable. Ciertamente este singular presidente brasileño es hábil para mostrarse como defensor intransigente de la democracia y de la economía libre y, simultáneamente, para ostentar su apoyo, sin límites y con afanes demagógicos, a gobiernos, como los de la ALBA, que procuran, o ya que están consolidando, la estructuración de dictaduras salvajes y secantes, por supuesto sin democracia.

Esta habilidad, sin embargo, no le alcanza al oficialismo brasileño para explicar –o disimular- sus contradicciones. En efecto, fue intrascendente para el actual gobierno carioca que Hugo Chávez se arme, haga pasear por el Caribe a la flota rusa y que le ofrezca a Moscú el territorio venezolano para que instale bases militares. Pero, cuando se trata de Estados Unidos el que concierta con Colombia –también vecino del Brasil– el uso de bases de ese país para combatir una feroz narcoguerrilla, el canciller, Celso Amorín, sale a cuestionar –ciertamente un exceso nunca antes cometido por Itamaratí– el proyectado pacto colombo–estadounidense que seguramente se suscribirá, aunque les pese a los voceros sectarios de Brasilia.

Esta es, apenas, una de las muestras de la actitud sinuosa del régimen de Inácio “Lula” da Silva que, obseso y soberbio, exhibe su suprema hipocresía.
Pero esto no es nuevo. El presidente brasileño tiene sus alabarderos; son los emisarios de sus incongruencias, y útiles para sus mensajes extremistas. Éstos, abandonando la tradición brasileña de respeto y no injerencia, usan nuevos estilos, tan característicos de los designios de la izquierda extremista nostálgica latinoamericana.

Veamos: El que fuera principal asesor en asuntos internacionales del presidente brasileño, Marco Aurelio García, con la característica agresividad del extremista, no vaciló en hacer comentarios ofensivos e intervencionistas, al mejor estilo del populismo chavista. En efecto, este presuntuoso sujeto, que tanto despotricó contra los opositores bolivianos, dio un insólito y militante apoyo al populismo del MAS, violando la obligación de no injerencia en los asuntos internos de otro país: “El gobierno de Brasil "no tolerará" una ruptura institucional en Bolivia, informó… el asesor presidencial para asuntos internacionales, Marco Aurelio Garcia, en una conferencia de prensa (Telesur)”. Pero nadie estaba pensando en tal ruptura.

Ahora le tocó el turno al canciller brasileño Celso Amorím. Opaco y segundón, parece que recibió el encargo de respaldar a Chávez en su berrinche por el acuerdo de uso de las bases militares colombianas por personal estadounidense. "Lo que preocupa a Brasil es una presencia militar fuerte (Amorim no conoce su magnitud), cuyo objetivo y capacidad parecen (no es serio dejar una insinuación con un “parece”) ir mucho más allá de lo que pueda ser la necesidad interna de Colombia", señaló Amorim, y exigió "garantías formales" de Estados Unidos” (La Nación. 03.08.2009).

Esto lo dijo en una entrevista al diario “Folha de Sao Paulo”. Nunca la cancillería brasileña, tan prestigiada, dejó que su circunstancial jefe actúe tan pobremente. Porque, como ya se dice, éste funcionario nunca habló de casos similares mucho más graves por sus implicancias para la seguridad continental. Pero, en fin, de estas alabadas e incongruencias habilidades está plagada la administración de Inácio “Lula" da Silva, el actual anfitrión del Foro de San Pablo.

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