a quién creerle a Evo? a Luchín Arze?
Casi al mismo
tiempo que el ministro de Economía, Luis Arce, repetía una y otra vez
que “el “modelo boliviano marcha a todo vapor” y que no hay de qué
preocuparse, el presidente Morales decía en un acto público que la caída
de los precios del petróleo nos obligará a ajustarnos los cinturones.
Pero hay razones para pensar que el
presidente no hablaba de todos, es decir de gobernantes y gobernados,
porque inmediatamente de lanzada la advertencia hizo pública una
multimillonaria compra de aviones, radares y otros equipos sofisticados a
la república Argentina. Este anuncio llega después del impresionante
presupuesto presentado por el Primer Mandatario para la construcción de
hospitales de todos los niveles, aunque no se aclaró si el proyecto
incluye la dotación de personal, camas y equipo, por lo que no se sabe
si esas moles de cemento van a ayudar en algo a mejorar la salud de la
población. Si es gasto nomás destinado a seguir alimentando el monstruo
público de derroche y corrupción, la cosa se va a poner fea más pronto
de lo previsto.
Siempre se ha dicho que en los
economistas y en las estadísticas hay que creer después de hablar con
una ama de casa o con una persona de a pie, como el presidente por
ejemplo, que nuevamente ha mostrado una realidad diametralmente opuesta a
la que presentan sus operadores políticos que tienen la misión de
machacar la propaganda exitista, porque de lo contrario se puede truncar
la avalancha reeleccionista. El problema es que el discurso también se
contradice con los hechos, especialmente con el comportamiento de los
gobernantes que se resisten a incluirse en la lista de los obligados a
hacer austeridad.
Hay que tener cuidado porque la crisis
no respeta discurso y tampoco planes políticos. La economía manda
siempre y mucho más cuando la platita comienza a escasear. Necesitamos
ser serios; habría que empezar por manejar un solo discurso y obviamente
aplicárselo a todos, incluyendo a los empresarios formales a los que se
pretende obligar a pagar nuevamente el doble aguinaldo, con lo que se
incrementa el riesgo de quiebra para muchas compañías que apenas
pudieron salvarse el año pasado. Lo triste es que además de los
establecimientos que se vieron obligados a cerrar, hay otros que siguen
funcionando con números rojos, especialmente las empresas estatales como
Huanuni que deberán cumplir con la obligación, si es que el Gobierno
insiste en esta descabellada medida.
Solo hay que mirar las cifras de
nuestras exportaciones para darnos cuenta de que –como dice el analista
internacional Andrés Oppeinheimer-, estamos ante la “tormenta perfecta”.
En términos globales, nuestra ventas han caído en más de un 30 por
ciento en algunos rubros, los bajones se han reducido casi en la mitad.
Seguir insistiendo en que no pasa nada es “vivir en otro planeta”, dice
el mismo columnista, quien solamente pide ver la enorme dependencia de
la exportación de materias primas de los países latinoamericanos para
darse cuenta de lo que nos espera o para explicar lo que ya está
sucediendo en el vecindario.
Hay que tener cuidado porque
la crisis no respeta discurso y tampoco planes políticos. La economía
manda siempre y mucho más cuando la platita comienza a escasear.
Necesitamos ser serios; habría que empezar por manejar un solo discurso y
obviamente aplicárselo a todos, incluyendo a los empresarios formales a
los que se pretende obligar a pagar nuevamente el doble aguinaldo (aparece en El Dia , de Santa Cruz de la Sierra.
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