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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Waldo Torres está en lo cierto. reclama del PODER una auténtica DEMOCRACIA. son ambos los conceptos que maneja desde su columna en OPINION. nada de "democracia a granel, nada de populismo autoritario que venda pasajes al paraíso" necesita (el pueblo) antes y después de la acción política y la efectividad de la gestión sin represalias. en fin un texto para meditar.

La indolencia ciudadana ha permitido la consolidación de una “hibridocracia”, caracterizada como aquella que aprovechó los mecanismos democráticos para acceder al poder, y una vez en él, subvertir las bases de la democracia. Esa “hibridocracia” es aquella que concibe y ejerce el poder negando la independencia de los controles jurídico-institucionales, los debates pluralistas y el libre ejercicio de la oposición. Es aquella que confunde el origen democrático del régimen con el ejercicio antidemocrático del Gobierno. Lo paradójico es que este sistema autoritario se ha impuesto como una realidad inalterable e irremediable. Así, el ciudadano con su indolencia ayuda a perpetuarlo, pues todos, aunque en diferente medida, somos responsables del daño al Estado, ninguno es solo víctima de las circunstancias. 

Para ser civilizado y democrático, al país no le basta con celebrar elecciones libres. Esa condición se gana o se pierde día a día por la manera en que se es gobernado. No es suficiente promulgar una Constitución y proclamar la igualdad. Hace falta el respeto a la ley para construir una institucionalidad confiable. Democracia es respetar el disfrute de los derechos y garantías fundamentales de “todos” los ciudadanos. Es poner el poder político a su servicio y no abusar de él. Significa lograr un mayor desarrollo humano, el mejoramiento de condiciones de vida y la expansión de las libertades. Es liberar la capacidad de gestión autonómica de las autoridades subnacionales mediante el pacto fiscal.

Una vez más, este Año Nuevo reclamamos un cambio de actitud, una real democracia.

El país está cansado, ya no quiere promesas huecas y demagogia a granel. Nuestra democracia no necesita de populistas autoritarios que vendan pasajes al paraíso, sino de una legión de estadistas tolerantes que hagan efectivos los más caros anhelos y necesidades de la gente. Necesita que se consulte al pueblo antes y no después de haberse tomado la decisión sobre una política pública. Se debe demostrar el éxito con los frutos del trabajo, con la efectividad de gestión y no con las represalias.

El poder se debe manifestar con energía creando empleos, combatiendo la pobreza, la ignorancia, la corrupción y la inseguridad pública, no inventando enemigos, conspiraciones, avasallando instituciones, manipulando la Constitución Política del Estado o amenazando a los medios de comunicación. 

Es tiempo de construir el país del futuro, más justo, próspero y libre. Es hora de consolidar el respeto por las reglas de juego, configurar gobiernos estables y poner en marcha la renovación constitucional sin limitarla solo al interés sectario de la reelección. El llamado es a hacer política, a debatir y a negociar, a abordar y a decidir las grandes cuestiones de la vida del país. 

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