LA HILACHA DE CRISTINA
A una semana del traspaso del poder en la Argentina, políticos, gobernantes
que salen y que entran y periodismo en general, están embarcados en una
discusión por demás insólita considerando que la situación no es de las mejores
sobre todo por la realidad económica, la grave inseguridad y el avance del
narcotráfico. Nada tiene más malhumorada a la perdidosa Cristina Kirchner que admitir
que tiene que salir de la casa de gobierno mal que le pese y por eso, se niega
a darle a Macri la oportunidad de instalarse en la Casa Rosada el mismo día. Los
actos protocolares de la transmisión, se han convertido en una pulseta rayana
en la ridiculez.
A juzgar por las actitudes que desde el balotaje ha asumido el Frente para
la Victoria cuya cabeza es su saliente presidente, se pretende convertir el traspaso del
gobierno, en un acto de masas con los riesgos de seguridad que implica dar
cabida a los movimientos sociales en el Congreso, que no son más que barras
bravas pagadas como la mano operativa delincuencial
kirchnerista. El grupo de choque institucionalizado, los
muchachos de La Cámpora, tiene la consigna de dificultar un traspaso democrático
y racional de gobierno ante la expectativa mundial.
Los Presidentes Barack Obama de Estados Unidos y Francois Hollande de
Francia, -entre otros-han confirmado su asistencia lo que es traducido como un
gesto amistoso de gran trascendencia para una nueva administración que en pocas
palabras, está en las antípodas del peronismo kirchnerista. Es de esperar, que
el par de representantes aún en pie del socialismo del Siglo XXI, de asistir,
no se plieguen a las manifestaciones populistas de resistencia para demostrar cómo
es que patalean los ahogados.
Se dice que a la gente se la conoce en la derrota. Y Cristina Fernández de
Kirchner está mostrando la hilacha como nadie. Durante mucho tiempo corrieron
rumores sobre su deleznable equilibrio mental. Que la aqueja un trastorno
bipolar, es un secreto que se hará público en breve tiempo, cuando los medios
que lo han sabido por años ya no tengan qué temer. Esto, -además de su agujereado ego-,
explicaría lo irracional de las decisiones febriles que está tomando a horas de irse, como el allanamiento
al Banco Central, la designación de cientos de militantes en espacios de la
administración pública, el nombramiento de nuevos embajadores, la aprobación de
casi cien leyes que por años durmieron en el Congreso, la reformulación del
presupuesto para el 2016 a fin de aumentar el gasto fiscal y un sinnúmero de
formas disparatadas de dejar minado el camino de Mauricio Macri. Pero también
se empieza a notar, que se ha vencido el
factor miedo que permitió ocultar situaciones inverosímiles como el asalto a
las arcas fiscales o la muerte del fiscal Niesman.
A esto se reduce todo. Los que han usado y abusado del poder en la
Argentina por doce años, están aterrorizados ante la inminencia del fin de su
impunidad y la desesperación es mala consejera. Y éste es uno de los mayores
problemas de la falta de alternancia democrática. Las actitudes de los
inclinados a desconocer las leyes y las normas por un período prolongado, van
apoderándose de derechos apoyados en la
costumbre cotidiana de hacer lo que les da la gana, expandiendo día a día las
fronteras de los límites permisibles.
Con mayor mezcla de trastornos mentales, Nicolás Maduro también tratará de
incendiar Venezuela ante su inminente derrota del próximo 6 de diciembre. Es de
esperar que el ejército que está dispuesto a utilizar, recuperará a último
minuto la cordura y no se embarcará en ninguna matanza contra el pueblo
venezolano. El entorno familiar, -presos
por narcotráfico- que están negociando con la justicia americana, sólo Dios sabe cómo puede terminar. Eso, y las
violaciones públicas a los Derechos Humanos, le están ajustando irremisiblemente el nudo de
la soga que tiene en el cuello y lo empuja a la autodestrucción.
Nada más difícil que lograr que la experiencia propia les sirva a los
demás. Muchos de los errores del vecino, los repiten sistemáticamente. La
corrupción, la mayor lacra de los gobiernos llamados progresistas, es la que le
está poniendo el apellido a la decadencia del absurdo populismo bolivariano que
en el caso específico de Cristina Fernández, ha estado tejiendo primorosamente,
un gran candado a sus sueños de 2019, pero tirando también, la llave lejos del
alcance del peronismo sobreviviente.
Aquello de que "el ladrón juzga a todos de su misma condición" en
estas circunstancias toma cierto aroma a premonición. Los que han estado
ejerciendo el poder pertrechados de una llave inglesa que aprieta en los
lugares claves; ésos que saben usar las palabras precisas para amenazar con
disimulo; aquéllos que son hábiles para encontrar el talón de Aquiles del más
mínimo adversario y que hasta han
aprendido a fumar bajo el agua, son peligrosos a la hora de aferrarse, porque
están muy temerosos de perder su obsceno poder. Saben que de retorno al llano, los
peldaños que gozosamente pisaron para subir, serán inexistentes cuando estén
obligados a bajar.
Karen Arauz
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