El valor del dólar
Humberto Vacaflor Ganam
Gabriel Loza, expresidente del Banco Central de Bolivia, decidió tocar un tema proscrito: la paridad cambiaria de la moneda nacional, que está congelada desde 2011.
Nadie puede hablar del tema si no quiere recibir todo el castigo del poder político, ser tildado de neoliberal y condenado a las mazmorras del masismo.
Cada vez que Juan Antonio Morales, también expresidente del BCB, alude al tema, aunque sea de pasada, le llegan tal cantidad de pullas, que escarmientan a quienes estuvieren interesados en seguirle los pasos.
Pero Loza decidió escribir un libro para referirse al tema. Mucha cautela. Pies de plomo. No hay que provocar la ira de los dueños de la situación.
Loza cometió un error. Pidió a Juan Antonio Morales, el Morales odiado, que escriba el prólogo a su libro. Sólo por eso tiene garantizado un pasaje al averno masista. Nadie, por economista que sea, puede ni siquiera saludar a Juan Antonio si no quiere recibir la condena del ministro que desempeñó cargos de auxiliar segundo en el BCB cuando el odiado Morales era presidente.
Gabriel Loza se atrevió a hacerlo. Su libro sobre el tema de la política cambiaria lleva un prólogo que valdrá la pena leer. Juan Antonio escribe muy bien y tiene, felizmente, un muy buen sentido del humor.
Que un expresidente del BCB de la era masista se atreva a aludir al tema de la paridad cambiaria es no solamente una osadía, es señal de que el tema se ha puesto muy difícil.
Loza comienza, según el resumen que él hizo de su libro, aludiendo al déficit fiscal. El economista José Luis Pórcel, dice que tres años de déficit fiscal superior a 5% del PIB se llama “recesión” en cualquier parte del mundo. Loza dice que es la “luz roja”, lo que quizá, en lenguaje de economistas, es sinónimo de recesión. Uno nunca sabe.
Entonces, Loza propone, como si no quisiera despertar sospechas de que está preocupado por la paridad cambiaria, que se aplique de inmediato un tipo de cambio “deslizante”. Esto quizá signifique (hay que leer el libro) aplicar un sistema de ajustes, de devaluaciones que hagan como el “surf” sobre las olas de la inflación importada que llega a Bolivia de todos sus vecinos, imagino.
Esperemos que Gabriel esté confesado.
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