Incluso la España socialista de Rodríguez Zapatero, que ha estado ofreciendo palmas a la degradación de la democracia en América Latina y ha venido mirando de forma contemplativa a la dictadura de los Castro, tuvo que hacer una condena a regañadientes y algo retrasada del caso Zapata, un disidente que ha sufrido lo mismo que miles de presos políticos han soportado en Cuba en 50 años.
Toda esta pléyade de líderes totalitarios y pasajeros de trenes del pasado, que buscan un nuevo foro que les resulte connivente con sus propósitos se han topado con una realidad lacerante imposible de tapar con la alfombra de los discursos. Ellos siempre han pretendido que sea la realidad la que se adapte a sus visiones miopes, pero afortunadamente son los hechos los que están estrujándole en el rostro, que sin libertad no existen posibilidades de soñar con países prósperos e integrados.
Y la señal de Zapata no ha sido la única que ha mostrado estos días hacia dónde nos está llevando esta avanzada totalitaria en el continente. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pintó de cuerpo entero al régimen de Hugo Chávez, aunque sus conclusiones pueden muy bien servir para entender lo que está ocurriendo en otros países, entre ellos el nuestro: “Ausencia de separación e independencia de los poderes públicos. Restricciones al ejercicio de los derechos políticos y ciudadanos. Utilización del poder punitivo del Estado para intimidar, sancionar o encarcelar a los opositores. Represión contra periodistas y medios de comunicación. Creación de grupos paramilitares. Impunidad...”.
La última tiene que ver con el informe 2009 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) dependiente de la ONU, que muestra cómo el narcotráfico es un componente esencial en los procesos políticos que se vienen desarrollando.
No hacen falta más hechos para que el mundo que se embelesó con estos líderes “revolucionarios” e íconos del “cambio” se den cuenta que todo es parte de un palabrerío hueco y que la realidad que éstos pretenden negar y que no abordan en las cumbres a las que suelen asistir, tiene mucho más peso y consistencia. Pronto se darán cuenta que ya no se puede defender lo indefendible.
¿Para qué un nuevo bloque de integración? ¿Para que no hable de lo que sucede en Cuba con los disidentes o en Venezuela con Chávez?
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