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miércoles, 15 de marzo de 2017

Karen justamente indignada por la mayor frecuencia de denuncias por trata de personas, pide no tardar en el auxilio para salvar incluso la vida. escuchemos sus reflexiones.


LO IMPERDONABLE

La última semana, La Paz ha sido sacudida por una angustiante situación debido a la desaparición casi simultánea de tres jóvenes mujeres extrañamente en un mismo barrio residencial que encendieron las alarmas no solo de los organismos de seguridad sino de la población toda. Las redes sociales que son un instrumento muy ágil, viralizó las denuncias oficiales ante la FELCC,  como inmediato eco para su divulgación.

Nadie permanece indiferente ante la posibilidad de estar enfrentando un caso de trata de personas. La desaparición de una mujer o peor de un niño, inmediatamente sobresalta a la sociedad. Nadie jamás, puede quedar indiferente ante lo trágico que significa para una familia, la súbita desaparición de uno de sus miembros. Esta situación equivale a una tortura indescriptible. La madre de una niña desaparecida sin rastro hace ya varios años, me dijo lo que nunca nadie debería tener que decir: preferiría saber que mi hija está muerta a saberla desaparecida sin conocer su destino, con la incertidumbre sobre lo que ha pasado o que podría estar pasando aún con ella.

El tema de la trata y tráfico de personas , es con el narcotráfico y el tráfico de armas, el negocio que mueve fortunas de miles de millones y que expone lo peor y más bajo del ser humano. Todas estas formas de criminalidad, están ligadas íntimamente. Donde hay tráfico drogas, lo hay de seres humanos. Este flagelo está como las otras, manejada por mafias criminales de tentáculos de  inimaginable alcance. Ninguna actividad criminal se puede equiparar, por lo que es lógico considerarla la peor de todas. Es lógico que ante la nula  posibilidad de frenar esta situación ni como Estado, menos como sociedad civil, prefiramos negar, ignorar o minimizar. Lo que debemos afrontar, es el hecho que  el tráfico de seres humanos, no sólo está relacionado  a la trata de mujeres con fines de explotación sexual. La trata involucra entre otros, trabajos forzados, niños obligados a mendigar en grandes urbes, e inclusive tráfico de órganos.

La trata de personas es posiblemente la mayor de las violaciones a los Derechos Humanos. Todos los países del mundo, sobre todos los con mayor índice de pobreza, escasa institucionalidad y ausencia de un Estado sólido, son los más susceptibles a caer en las garras de esta plaga. La movilidad de víctimas es incalculable.  Víctimas de tráfico de los países africanos, pueden ser trasladados sin dejar huella en horas a países de Europa. Una vez que la persona pasa a formar parte, es casi imposible seguirle el rastro. Si bien existe tráfico local, fronterizo, las posibilidades ciertas de que sean llevados a otros continentes, hacen de su rastreo un fin inalcanzable. El número de traficantes criminales que efectivamente son apresados, es ínfimo en relación al número creciente de damnificados.

El último informe de 2014 de la UNODC que es el órgano de las Naciones Unidas contra la Trata y Tráfico de Personas, acusa el grave estado de la situación en el mundo entero. La poca o ninguna información que están dispuestos algunos países a aportar, hace muy difícil el seguimiento y las posibilidades de desbaratar bandas organizadas y protegidas criminalmente, hace de la prevención y el cuidado, la mejor arma para evitar que esta actividad de dimensiones trágicas, golpee sin piedad a las familias.

La reacción inmediata de modo que se actúe con celeridad es imprescindible. Por ello, cada vez que una persona desaparece inexplicablemente, su entorno y la policía sabe, que la diferencia está en  cuestión de horas.

No se puede seguir aduciendo ignorancia de la gravedad de este tema para tomarlo a la ligera. Es por ello que es impostergable crear conciencia que este es un peligro que puede golpear a una familia con una mujer de 20 años o con un niño de 8. Nadie está libre de pasar a engrosar las estadísticas. Situaciones como la vivida hace unas horas en la ciudad de La Paz, en la que dos jóvenes mujeres, escapando de situaciones familiares y personales, optaron por desaparecer voluntariamente y sin explicaciones, está en el límite de una actitud delincuencial. Ambas mayores de edad, con la plena libertad de abandonar el seno familiar en búsqueda de su independencia es comprensible desde todo punto de vista. Lo que es imperdonable, es  que la alarma que causaron en autoridades, la zozobra en su entorno y en la sociedad en su conjunto, sean incapaces de reflexionar. Una llamada telefónica o una nota, hubiese sido suficiente para que se frene el esfuerzo oneroso e inútil de la policía que tanto se necesita para atender casos como el de Brenda Reyes, a tiempo de evitarle a su familia, un dolor y una preocupación profunda que no han sido capaces de aquilatar.

 No es la primera vez que cientos de personas a través de la redes sociales, concurren en auxilio desinteresadamente. Esto tiene que acabar. Cada cual está en su derecho de tomar las decisiones de vida que más le convenga, pero es bueno dejar muy en claro, que los derechos de ellas, terminan donde empiezan los derechos de los demás.

Karen Arauz

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