Por alguna razón, el tema vinculado a la cuarta reelección del presidente Morales ha sido introducido en el debate con varios años de anticipación, instruyéndose orgánicamente a que se barajen opciones para evitar que el MAS pierda el control del poder. Frente a ello, y ante las cuatro aparentes vías planteadas, queda como un primer hecho irrebatible, que el partido de gobierno como instrumento político no tiene la capacidad de generar liderazgos alternativos al actual, más allá de los esfuerzos que hacen por presentarse como un partido político genuinamente revolucionario.
Asirse a la figura del caudillo ha sido probablemente uno de los mayores yerros en los que han incurrido los partidos políticos en el país. Con escasas excepciones, la mirada a corto plazo no ha dejado avizorar un horizonte capaz de sostener ideología, proyecto y programa. No perder privilegios y aferrarse a la figura del coyuntural líder, resulta más conveniente que formar cuadros.
No encaja, por supuesto, y bajo una mirada de respeto al orden institucional, buscar artilugios con el propósito de permanecer en el poder con gambetas legales y/o maniobras envolventes totalmente insustentables, o lo peor, negar la posibilidad de plantear liderazgos opcionales.
Cuando el caudillismo hace presa de la capacidad de renovación y el culto del lambiscón (o los) encandila al punto que se pierde sentido de ubicuidad, entonces surgen propósitos de recandidaturas y, con ello, todo tipo de estrategias, vías, opciones y caminos para no soltar el poder.
Algún dirigente del MAS señaló que quienes se oponen a este fin, lo hacen porque saben que a Evo nadie podrá derrotarlo. En todo caso, las opciones planteadas merecerán en su momento el análisis legal que corresponda, más allá de que la decisión de apostar a un otro mandato se sustente en razones políticas y no de derecho. Sobre el temor a competir con Evo, me queda claro que tampoco ése es el debate. Con o sin temor, el asunto pasa por ajustarse al precepto constitucional, así el presidente Morales sea un púgil peso pesado y un buen candidato para el MAS. Lo que sí llama la atención es la forma cómo se introducen variados temas –-dilatorios y/o distraccionistas– y que uno de ellos haya aterrizado en la posibilidad de plantear se declare nulo el referéndum del 21F.
Varias miradas. No sólo existe una imposibilidad material de que así suceda por efecto de la preclusión, sino que el solo planteamiento involucra una negación a respetar el derecho más sagrado que tiene todo ciudadano en el ejercicio de sus derechos políticos: el voto. Negarlo o cuestionarlo, o incluso emitir criterios respecto a cómo pudo haberse votado o por qué se votó de una manera distinta a la esperada, es desconocer la inteligencia colectiva del boliviano. Siendo así, cuando se asevera que únicamente por el caso Zapata la gente votó por el No, se yerra y se insulta a la inteligencia. La gente, por tonta que se crea es, exige respeto a la Constitución, haya habido Zapata o no. Buscar insertar el criterio de que la derrota del Sí se debió a que se hizo aparecer un hijo que nunca hubo, una paternidad aceptada y después negada, o relaciones sentimentales que sólo incumben a los actores y a nadie más, es cuando menos irrespetuoso de la naturaleza democrática del ciudadano boliviano que sabe diferenciar, del lado que provenga, quién miente y quién no.
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