De manera sorpresiva y tal vez movido por alguna alarma en las encuestas, los voceros del Gobierno y los candidatos del MAS han comenzado a repetir que no tienen intensiones de reformar la Constitución Política del Estado para conseguir la reelección indefinida, tal como lo sospecha la opinión pública en base a ciertas evidencias.
La primera de las señales es el nuevo descabezamiento del Tribunal Constitucional para deshacerse justamente de aquellos magistrados que mostraron objeciones a la tercera postulación a la presidencia de Evo Morales, porque no se tragaron el cuento de que el primer periodo no cuenta. En segundo lugar, el oficialismo tiene una desesperación patológica por conseguir nuevamente los dos tercios en el Congreso y para ello no ha escatimado en preparar todas las trampas posibles con la ayuda del Tribunal Supremo Electoral y abonar el terreno para una victoria aplastante el 12 de octubre.
Obviamente la hegemonía en el Legislativo es vital para hacer de todo, especialmente reformar la Carta Magna. En tercer lugar es la falta de credibilidad, sobre todo cuando entre los agentes gubernamentales no hay disimulo para poner en práctica todo tipo de "estrategias envolventes". Una de ellas, por ejemplo, es llamar "segundo mandato" al periodo al que está aspirando Evo Morales, cuando en realidad es el tercero.
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