Alguna vez nos advirtieron sobre algunos elementos de mala fe que habían sido incorporados en la Constitución Política del Estado, como la eliminación del concepto de “República” que fue mucho más que un simple cambio de término que desafortunadamente encontró muy poca resistencia.
Ahora preferimos llamarlo “Estado” y a la cabeza está el presidente, que sin darnos cuenta es también la cabeza de los tres poderes republicanos, que ahora se llaman simplemente “órganos”, sin que nadie se inmute por ello. Cuando hablaron de justicia comunitaria nadie pensó que, al igual que los aspectos anteriores, este cambio ocasionaría trastornos muy peligrosos para la democracia y obviamente, cuando se habló de “usos y costumbres” todos pensaron en el folklore y cosas así.
Lamentablemente, cuando un diputado campesino propone chicotear a quienes no voten por “el Evo”, debemos admitir que eso puede ser asimilado como un rasgo cultural y de hecho así lo interpretó nada menos que la OEA en anteriores comicios. Por eso es que la Iglesia propone volver a los principios, a la democracia y la libertad, de lo contrario estaremos perpetuando la humillación y la violación a la dignidad, como signos del “proceso de cambio”.
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