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jueves, 27 de agosto de 2015

reconoce El Dia que detrás de la violencia está la bronca. se refiere en concreto al caso Kuschner Aramayo que sostiene el debate caliente...

Se siente mucha bronca colectiva en relación a la muerte de la joven paceña Andrea Aramayo, cuyos ingredientes son ideales para desatar la más airada polémica, sin que ello implique el estímulo a un debate serio sobre el problema de la violencia contra las mujeres. Lamentablemente la televisión y las redes sociales no ayudan y simplemente alimentan el espectáculo y la catarsis.
Hay bronca porque se trata de un hecho extremadamente violento y porque uno de sus protagonistas es pudiente y eso en Bolivia desde ya es un pecado en cualquier circunstancia. Siempre fue así y en especial ahora que se alimenta tanto el mito de la pobreza asociada a la virtud y viceversa.
La gente se molesta porque da por descontado que el dinero es equivalente a manipulación de la justicia y eso sí que es verdad, no porque haya sucedido o tenga que ocurrir en este caso, sino porque pasa todo los días con decenas de mujeres que son apaleadas por sus parejas, con niños que son violados, abusados y maltratados por parientes o extraños que solucionan el problema con un puñado de dólares, con la venia de jueces y fiscales que se prestan a esas transacciones.
Hay enojo porque en el caso de Andrea Aramayo se concentran miles de casos similares; mujeres que siguen siendo golpeadas, apuñaladas, acosadas y vejadas y humilladas y que no encuentran respuestas en las comisarías (estamos llenos de “fuerzas especiales”), en los juzgados, en las oficinas públicas y en los hospitales, donde las vuelven a maltratar con un trato displicente, donde les cobran cifras que no pueden pagar y terminan diciéndoles  “vuelva mañana”, sin contemplar que el retorno a su casa es sinónimo de un escarmiento aún mayor, que deja a las mujeres desanimadas y desilusionadas con un sistema que no funciona pese a toda la propaganda y que acabará matándolas.
Hay frustración en la sociedad porque todavía muchos confían en que el Estado será el que resuelva los problemas sociales; que son las leyes los mecanismos para combatir los males, sin tener en cuenta que los mismos legisladores y los administradores de justicia tuercen las cosas a su favor, protegen a los suyos y apalean a sus mujeres cuando les da la gana, porque saben que están protegidos por la impunidad.
Cuándo nos vamos a convencer que las transformaciones (o mejor dicho, los intentos de cambio) desde arriba hacia abajo no funcionan, han fracasado una y mil veces y que la receta infalible comienza en las familias, en nuestra cultura, en las madres y padres que siguen reproduciendo conductas abusivas en contra de las mujeres, de los niños, de los ancianos y muchos otros sectores de la sociedad que padecen nuestra indiferencia.  Nuestros líderes podrían ayudar con mejoras en la educación, con el ejemplo y con la difusión de nuevos modelos a través de los medios de comunicación. Pero cuando vemos ciertos casos de despotismo como el famoso incidente de los zapatos, no hay duda que estamos lejos de soñar con un verdadero cambio.
Hay frustración en la sociedad porque todavía muchos confían en que el Estado será el que resuelva los problemas sociales; que son las leyes los mecanismos para combatir los males, sin tener en cuenta que los mismos legisladores y los administradores de justicia tuercen las cosas a su favor, protegen a los suyos y apalean a sus mujeres cuando les da la gana, porque saben que están protegidos por la impunidad.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo, y no solo que las familias y en especial las madres forman hijos e hijas abusivas sino que les socapan sus malos actos en nombre de la consanguineidad, del clan primitivo, de la tribu.. asi como a cambiar la sociedad??

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo, y no solo que las familias y en especial las madres forman hijos e hijas abusivas sino que les socapan sus malos actos en nombre de la consanguineidad, del clan primitivo, de la tribu.. asi como va a cambiar la sociedad??