¿Por qué la política partidaria es tan despreciada por quienes no la practican? y ¿por qué, quienes la practican, no tienen escrúpulos a la hora de ejercerla al punto que pueden oscilar sin rubor por sus interminables vericuetos únicamente para ostentar poder?. ¿Qué hace que un hombre pierda toda noción y respeto por uno mismo, únicamente por el poder, traducido, en este caso, en el ejercicio de un cargo público? ¿Por qué cuando se trata de la dicotomía política-poder, aparece una “faceta metamórfica” que hace que individuos que antes asumían un discurso con posturas fuertemente enraizadas en una dirección ideológica y con una retórica virulenta que pretendía sustentarla, con el paso del tiempo la modifiquen en función a esa dicotomía?
Lo sintomático es que esa “faceta metamórfica” ha sido abanderada dentro el espectro del neo-fascismo latinoamericano, por lo que en ese ámbito es donde se presentan casos en los que las transformaciones discursivas son asombrosas. Ya no sólo es el poder por el poder mismo, es también el dinero y la comodidad de desenvolverse en una línea de confort de la que no se quiere salir. Si no, mírese a la nomenclatura venezolana y a la que junto a ella se ha gestado bajo la égida chavista. Manejo de recursos públicos a discreción, paraísos fiscales y megaproyectos con serias sospechas de sobreprecio y cohecho.
Pero bueno, más allá de un hecho no menor como ese, aterrizo en Étienne de La Boétie quien escribió alrededor de 1550 en su “Discurso sobre la Servidumbre Voluntaria”, honrando a la libertad y repudiando al tirano, “que si todo ser provisto de sentimientos siente la desgracia del sometimiento y corre tras la libertad (...)  ¿qué desgracia pudo desnaturalizar al hombre -único ser realmente nacido para vivir libre- al punto de hacerle perder hasta el recuerdo de su estado primitivo y el deseo de recobrarlo?”.  Por qué ese “estadio metamórfico” hace que sintamos vergüenza ajena por lo que vemos y oímos al punto que visto el video se produzcan exclamaciones como la de Víctor Hugo Cárdenas (en redes sociales): “¡cuánta miseria alberga el alma humana!”. Ciertamente la naturaleza (humana) y su esencia tiene variantes insospechadas, miseria moral e intelectual incluida.
Al ministro Ferreira se lo oyó espetar así: “que sepan que no nos van a meter una Constitución por la fuerza (...) esta marcha también repudie, rechace y de todas las personas no gratas al dictadorzuelo venezolano Hugo Chávez que se mete en asuntos bolivianos (...) a ese payaso (...)”. Sobre Venezuela dijo: “(...) subió Maduro, cuestionaron su elección, lo querían tumbar (...) lo quieren tumbar ahora, y los que lo quiere tumbar son demócratas (...) y quien quiere que se respete la voluntad del pueblo que es hasta el 2019 le dicen dictador, eso es lavado de cerebro colectivo”.
Ya pues, esto es serio. Realmente, ¡cuánta razón la de Cárdenas! Y es que los populistas tienen esas cosas. Son banales y chacoteros, pero eso sí, son grandes sofistas a la hora de ganarse indulgencias. Decía La Boétie: “Aprendamos pues; aprendamos a no errar. Levantemos los ojos al cielo por nuestro honor o por amor a la virtud, o aun mejor, por los de Dios todopoderoso, fiel testigo de nuestros actos y juez de nuestras faltas. En cuanto a mí, yo pienso -y no creo equivocarme, puesto que nada es más contrario a un Dios bueno y liberal que la tiranía- que él les reserva, expresamente, allá, algún castigo particular”. Puesto en contexto: nunca traiciones tus principios ni rifes tu dignidad. Nunca albergues miseria.

El autor es abogado.